Artículo de opinión
LA ESTRATEGIA DE LAS CLASES Y FRACCIONES DE CLASE
DOMINANTES CHILENAS ANTE EL COVID 19
MANUEL ACUÑA ASENJO
NOCIONES GENERALES
Dentro del modo
de producción capitalista, los regímenes democráticos son la forma de gobierno que adoptan las formaciones sociales para administrar
un país. Al contrario de lo que más de alguien podría pensar, tales regímenes no
son estructuras neutras sino una expresión de clase. Deben mantenerse en el
tiempo, cumplir su programa de acción y, en lo posible, proyectarse más allá del
mismo, de acuerdo a los lineamientos reglamentarios vigentes, labor que no
siempre les es posible realizar. Las contradicciones de intereses de las
distintas fracciones de clase que componen el Bloque en el Poder conspiran en
contra del buen funcionamiento de cada uno de esos regímenes; tampoco están a
salvo de otros avatares pues, muchas veces, pueden salirles al paso innumerables
imprevistos. Y malograr por completo su gestión. El gobierno de Sebastián
Piñera tampoco podría estar ajeno a ello: dos hechos imprevistos han conspirado
para impedir el cumplimiento de su programa de gobierno; a saber, el estallido
social de 18 de octubre de 2019 y la crisis del corona virus.
Un gobierno, no
obstante, es una estructura social que no adolece de vocación suicida sino, muy
por el contrario, tiene por misión la de perpetuarse, permanecer en el tiempo,
perseverar en lo que es, tarea que le exige, por lo mismo, la permanente construcción
de una estrategia que lo mantenga vigente. En el caso del gobierno de Sebastián
Piñera, esa tarea va a depender de la manera cómo pueda enfrentar los dos
grandes obstáculos que ha encontrado en el camino. En palabras más directas: si
empleando un acontecimiento nefasto contra otro igualmente nefasto le es
posible revertir, aunque sea en parte, su deteriorada imagen y sacar fuerzas de
la flaqueza en la cual se encuentra inmerso.
LOS HECHOS PREVIOS
Piñera fue
electo en diciembre de 2017 con una altísima votación y con el apoyo de una
coalición integrada por los partidos Unión Demócrata Independiente UDI,
Renovación Nacional RN, Evolución Política EVOPOLI y Partido Regionalista
Independiente PRI. Esa coalición, denominada ‘Chile Vamos’ fue la alianza que lo
instaló en el gobierno para llevar adelante un programa de gobierno que
contemplase la defensa del interés de la banca, las compañías de seguro,
importadores y exportadores, centros comerciales, empresas de turismo, en fin,
a través de la conformación de un Bloque en el Poder hegemonizado por el
capital bancario en estrecha alianza con el capital comercial. En palabras más
directas: para que realizase de la mejor forma posible el modelo económico
instaurado por la dictadura.
Los vientos
internacionales no han soplado, sin embargo, a favor de esa alianza; más
exactamente, a favor de, la opción política de defensa irrestricta del modelo
de economía social de mercado. Por el contrario, éste parece agonizar día a
día. Así, bajo la dirección de Piñera, Chile ha navegado, esta vez, en contra del
curso de la corriente internacional. Pero, es más. El modelo de economía social
de mercado mismo parece estar agotado. Si aceptamos las tesis de Kondratiev, su
ciclo pareciera estar cumplido, por lo que solamente le restaría intentar
llegar felizmente a término. No por otro motivo las protestas se han desencadenado
en todo el planeta. Chile no ha sido una excepción.
Un gobierno
inteligente, frente a una crisis como la que enfrentó Piñera a partir del 18 de
octubre de 2019, llama a dialogar a los actores políticos opositores, Pero
cuando dichos actores se encuentran más desprestigiados que el propio
presidente, lo hace con los actores sociales. Pero esa solución se puede
sugerir solamente a un presidente que está en sus cabales. Y como Piñera no lo
está, simplemente hizo caso omiso de aquello y, para completar su torpeza,
realizó la única barbaridad que jamás debió realizar[1]:
declarar la guerra al conjunto social Su gobierno, naturalmente, se derrumbó.
UN IMPREVISTO FACTOR PREVISTO
En diciembre de
2019, en la localidad de Wuhan (China), se liberó un peligroso virus de la
serie de los ‘Corona’, llamado Covid 19, desencadenándose una pandemia, que se
extendió a lo largo y ancho del planeta.
Para los
chilenos, la pandemia parecía estar lejos en esa fecha. Enero y Febrero son
época de vacaciones, por lo que fueron meses de descanso para el régimen de
Piñera que vio disminuir la intensidad de las protestas como fruto de la época
estival. Es verdad que, durante el Festival de Viña, recrudecieron los
enfrentamientos entre las fuerzas policiales y los manifestantes, pero el
gobierno, aún tremendamente debilitado, tenía la esperanza de poner pronto término
al conflicto.
El drama se
desencadenó, sin embargo, el 16 de marzo, cuando una persona portadora del
llamado ‘Coronavirus Covid 19’, que viajaba en el vuelo LATAM 239, más conocido
como ‘el zorrón’, pasó las febles barreras sanitarias y se dirigió a la ciudad
de Temuco desatando la tragedia. Chile estaba ya infectado. Y, como era de
esperarse, con un gobierno que no gobernaba, con un presidente que no dirigía, con
autoridades que no funcionaban, las medidas que debían adoptarse para enfrentar
el siniestro jamás se tomaron. Pero como el asunto central, para un dominador,
es seguir dominando, aquello no revistió la importancia debida sino, más bien, puso
de manifiesto la necesidad de diseñar otra estrategia para enfrentar la nueva
contingencia. Pero nada de ello sucede sin una razón.
AVANZANDO HACIA UNA ESTRATEGIA
Durante el
período en que las protestas alcanzaban su mayor intensidad, la sociedad
chilena se había segmentado en numerosos grupos sociales, algo que no era casual
en modo alguno. Eran las consecuencias de un modelo de acumulación que se agotaba,
y las opiniones se dividían en torno a determinar qué hacer frente a esa
circunstancia. Los partidos ya no eran las estructuras monolíticas que suponían
serlo y las voces disidentes en su interior se hacían oír con fuerza.
Pero durante
esos meses, los sectores gubernamentales habían hecho notables avances en
cuanto a unir en torno suyo a los sectores más conservadores de la oposición. Nihil obstat (con las debidas
licencias). Un sector grande de la Democracia Cristiana junto a un grupo
considerable de militantes y dirigentes del partido Por la Democracia, Radical
y del PS, temerosos del desenfreno de los sectores populares, habían firmado un
acuerdo con el gobierno comprometiéndose a trabajar en conjunto para restaurar
el orden social. El espectro político nacional, más preocupado de mantener sus
goces y prebendas que de resolver los urgentes problemas de los sectores
dominados, cerraba filas en contra de la protesta nacional. Eran ‘los políticos’
en contra del ‘pueblo’. O la élite política contra la comunidad nacional.
Esos acuerdos
cobraron enorme vigencia en los meses posteriores pues el gobierno pudo burlar
las promesas hechas a los sectores sociales amparándose en la acción del
Parlamento y éste pudo culpabilizar a aquel de la lentitud y precariedad en la
tramitación de los proyectos comprometidos. Pero, amparándose en el temor de
los sectores opositores de verse enfrentados a la ira popular, el gobierno de
Piñera pudo hacer aprobar numerosos proyectos de ley que concedían mayores
facultades a los institutos armados para reprimir con mayor violencia las
justas demandas de los sectores desprotegidos. Y ese trabajo no era posible
perderlo. La estrategia de los sectores hegemónicos del Bloque en el Poder se
apoyaría en esas conquistas y en la oportuna llegada del Covid 19, para
revertir la situación de desmedro en que había quedado el gobierno de Sebastián
Piñera tras el estallido social del 18 de octubre de 2019. De hecho, así lo
había planteado el empresario pinochetista Orlando Sáenz en la segunda quincena
de marzo cuando afirmó:
“[…] en verdad, la irrupción de la
terrible pandemia del Covid-19 bien puede significar una verdadera segunda
oportunidad para que el gobierno de Sebastián Piñera recupere el liderazgo y el
prestigio que ha perdido en el lamentable camino que escogió para enfrentar la
asonada subversiva con que trataron de abatirlo. Desde luego, la pandemia puede
lograr lo que no habían conseguido los penosos acuerdos políticos cupulares con
que el gobierno ha estado comprando precarios apoyos de un parlamento más
desprestigiado y fracasado que él mismo”[2].
ORDENANDO EL NAIPE
Con
prescindencia de los numerosos y graves errores cometidos por la autoridad
sanitaria a cargo de resolver los problemas derivados de la llegada de la
pandemia, el gobierno de Sebastián Piñera ha comenzado un lento proceso de
recuperación de la confianza ciudadana que ponen de manifiesto, a pesar de las
múltiples dudas al respecto, las encuestas de mediados y fines de marzo; la
CADEM (que dirigen amigos suyos) le otorga un 18%; Criteria, un 15%; Pulso
Ciudadano, un 11%, cifra que se acerca más a la realidad.
El gobierno ha
jugado la carta de plantearse como única alternativa posible desde el punto de
vista de la legalidad e intentó colocar a sus opositores frente a la disyuntiva
de buscar destruirlo en vez de combatir al Covid 19. Esa rebuscada alternativa
(que encandila, incluso, a sectores con cierta educación) ha hecho que el
propio Colegio Médico de Chile —bajo la brillante conducción de Izkia Siches—,
algunas universidades y otras organizaciones vinculadas al tema de la salud,
hayan optado por colocarse detrás del Ministerio de la Salud, a sabiendas de
sus disparatadas intervenciones, para corregir su rumbo.
CONTROL HEGEMÓNICO DEL BLOQUE EN EL PODER
El control
hegemónico del Bloque en el Poder lo tiene la fracción bancaria de la clase de
los compradores de fuerza o capacidad de trabajo; lo detenta en estrecha
alianza con la fracción comercial de esa misma clase, en desmedro de la
fracción industrial cuyas actividades se encuentran limitadas por la estructura
de la forma de acumular o modelo.
El representante
de esa fracción es Sebastián Piñera, sujeto que cuenta con el apoyo irrestricto
de la Unión Demócrata Independiente UDI, partido que defiende ciegamente el
legado pinochetista y, por ende, la vigencia del modelo de economía social de
mercado. No está de más repetir que, en esa tarea, dicha organización no pudo encontrar
mejor candidato que Sebastián Piñera. El primer mandatario no solamente
defiende la vigencia de dicho modelo sino es la encarnación del mismo, la
materialización humana de esa forma de acumular. Como lo señaláramos en otro de
nuestros documentos:
“Que la hegemonía dentro
del Bloque en el Poder la conserve el sector bancario en estrecha alianza con
el sector comercial no es casual. Piñera no dedica sus esfuerzos a levantar
industrias productivas sino privilegia el mundo financiero. Representa, en
consecuencia, el triunfo del especulador por sobre el productor, la victoria
del agiotista por sobre el industrial, la certeza de que es posible hacerse
rico sin trabajar; en suma, la sublimación del parasitismo, la imposición de
una moral basada en vivir a expensas de los demás. Piñera es la figura del
ocioso que se hace rico sin esfuerzo alguno, la expresión más genuina del
financista que orienta los flujos de capital hacia su propio beneficio”[3].
EL OBJETIVO CENTRAL DEL BLOQUE EN EL PODER
Derivado de lo
anterior, podemos concluir que el objetivo del sector hegemónico del Bloque en
el Poder no es sino el restablecimiento de las condiciones que existían hasta
antes del 18 de octubre de 2019 a fin de seguir extrayendo el plusvalor de las
clases dominadas en la forma que lo había hecho hasta ese momento. Para
conseguir su objetivo necesita recobrar el ‘liderazgo’ de Piñera, lo que
implica diseñar una estrategia en torno a recuperar, consecuentemente, la
confianza de la comunidad nacional en el mandatario y la subordinación de todo
el espectro político a su conducción. En palabras más simples, se trata de
tomar el control de la nación para poder determinar, más tarde, las tareas a
realizar.
No por otro
motivo expresa un conocido empresario pinochetista que
“[…] el
resguardo de la figura del Mandatario ha sido definido como una de las
principales tareas del equipo político de La Moneda y el staff comunicacional
del Presidente”[4].
Tal labor
implica, consecuentemente, restablecer
La tarea no ha
sido fácil, toda vez que, en el tratamiento de la pandemia, ha existido una
proliferación de errores políticos inexcusables tanto de parte considerable de
su equipo como del propio primer mandatario. Esta situación ha hecho que los
sectores no hegemónicos dentro del Bloque en el Poder arrecien sus críticas en
contra de la labor de Piñera, en tanto la eventual subordinación de la
oposición, aunque tácitamente aceptada por quienes sostienen la necesidad de
permitir que el presidente termine su período, no se encuentre totalmente asegurada.
Colabora en ese sentido el hecho que los sectores políticos, representativos de
los intereses de cada una de las distintas fracciones del capital, estén de
acuerdo solamente en que todo conflicto ha de resolverse con Piñera a la cabeza
de la nación. Esta posición muestra el fuerte predominio que ejerce la cultura
del modo de producción capitalista en su carácter de modo de dominación. Explica
en parte que la solicitud de inhabilidad del presidente, presentada por el
Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales CODEHS el 2 de febrero
pasado, no haya sido considerada en absoluto por el senador Jaime Quintana, en
ese entonces, presidente del Senado. Explica, además, que el referido personero
le haya dado solamente publicidad (aunque sin resultado alguno) a la
presentación en el mismo sentido hecha por Esteban Velásquez, diputado del Frente
Regionalista Verdel Social FRVS, pues los órganos del Estado (y sus
funcionarios) sólo tratan con órganos del Estado (y sus funcionarios) y no con
movimientos sociales.
Como
consecuencia de esta manera de raciocinar, Piñera es el único que no se puede
mover de su cargo, de acuerdo a los sectores conservadores opositores, como ya
se ha dicho; por supuesto que en ese raciocinio se alinean todos los sectores
de la alianza ‘Chile Vamos´.
POR QUÉ NO HAY UNIDAD DE ACCIÓN EN CHILE VAMOS
Al interior de
la coalición Chile Vamos no hay unidad; por el contrario, se dan continuas y
permanentes disputas que amenazan con quebrar aquella.
Los sectores
políticos que intervienen en una alianza son sectores que representan los
intereses propios de las distintas fracciones de clase dentro de una formación
social, como hemos aseverado en distintos documentos. En los sectores
dominantes, dichas fracciones se unen para los efectos de dominar al conjunto
social lo que no quiere decir que sus intereses hayan sido satisfechos por esa
sola circunstancia. Por el contrario, éstos siguen vivos y afloran cada vez que
un fenómeno, de la naturaleza que sea, amenaza al conjunto social y,
consecuentemente, la vigencia de la alianza. Porque cada inestabilidad social proporciona
la oportunidad de imponer sus propios intereses a los sectores no hegemónicos
dentro del Bloque en el Poder.
En el caso del
gobierno de Piñera opera, en primer lugar, el agotamiento de la forma de
acumular como uno de los factores indicados; luego, el estallido social de octubre;
finalmente, la pandemia. Para los sectores no hegemónicos dentro del Bloque en
el Poder, en especial el capital industrial, ha llegado, consecuentemente, el
momento de negociar por un reparto más equitativo en la percepción del
plusvalor.
‘EL MERCURIO’ JUNTO AL PRESIDENTE
A principios de
marzo, cuando las protestas se reiniciaban con todo su vigor, Piñera accedió a
las proposiciones que le hacía el segundo piso — especialmente, Cristián Larroulet, un
furibundo pinochetista— en orden a
construir un equipo comunicacional orientado a fortalecer su imagen deteriorada
en los meses anteriores. El equipo quedó al mando de Alfonso Peró, ex editor
del diario ‘El Mercurio’, quien empezó a trabajar en estrecha colaboración con
Waldo Díaz (también ex editor de ‘El Mercurio’ y de ‘La Tercera’, de Carla
Munizaga, de Denise Peró Grand (hija de Alfonso Peró, pues, en un gobierno
nepotista como el de Piñera, cada partícipe coloca a miembros de su familia en
la dirección del país) y del propio Larroulet que ideó la estrategia a aplicar,
privilegiando el cuidado de la imagen del presidente. A esa misma estrategia ha
obedecido la necesidad de contar con encuestas que validen semana a semana el
liderazgo de Piñera y el sostenido ascenso de su popularidad en el tratamiento
de la crisis de la pandemia. Y determinadas apariciones en público del primer
mandatario.
POR QUÉ PROTEGER AL PRESIDENTE
Desde el punto
de vista de la forma piramidal de gobierno heredada del pasado militar de la
sociedad chilena, la protección de la imagen del presidente se justifica porque
si bien tiene solamente el mando de la función administrativa de la nación (la
legislativa la tiene el Parlamento, la judicial los tribunales y la de
supervigilancia por la Contraloría), el gobierno de la nación se centra en su
persona. Como herencia de los regímenes que precedieron al instaurado por el
modo de producción capitalista, el presidente representa el mando supremo de la
nación, el sujeto situado en el punto más alto de la pirámide jerárquica
social, el dios supremo, el que jamás ha de tener defecto alguno, el que todo
lo decide, la más alta autoridad. La jerarquía hace al superior inmaculado. La
ausencia suya o su inhabilidad origina crisis, pone en grave riesgo la
estructura social (aunque, en verdad, así no lo sea). En la cultura del sistema
capitalista, el presidente representa todo lo positivo que sucede en una
sociedad; pero cuando se le derriba, representa todo lo negativo para el que lo
reemplaza. A él se le atribuye todo. Precisamente, porque representa la más
alta autoridad.
Sin embargo, desde
el punto de vista teórico, un presidente no es más que el factor de unidad del
estado/nación, la unión entre la sociedad civil y la política, el atractor, el
sujeto en torno al cual se aglutina el sector dominante de una sociedad e invita
a participar del mismo al dominado. En otras palabras, cumple una función
social cual es la unir al pueblo/nación, y nada más. Por lo mismo, es esa la
función que le permite contar con el voto de vastos sectores desposeídos pues, aunque
se presente como representante de quienes han hecho posible la riqueza de los
sectores dominantes del país, se supone que jamás va a robar o gozar de otras
excentricidades que las que ha gozado siempre. En las sociedades donde impera
algún modo de dominación como la sociedad capitalista, y la comunidad se
organiza jerárquicamente, el presidente es, en consecuencia, el general de un
ejército indisciplinado que, si llega a desaparecer de modo sorpresivo, acarrea
el desbande de la tropa. Por eso, los sectores dominantes tienen temor de
inhabilitar a Piñera en el desempeño de su cargo.
DEFENDER A PIÑERA SIN PIÑERA
En un principio,
la idea de la defensa de Piñera se orientó en torno a evitar su aparición en
público y reemplazar la voz del ejecutivo en la persona de algún vocero o
ministro. El cambio de gabinete realizado en plena época estival tuvo esa
finalidad. Se trataba de mostrar rostros no comprometidos en la violación de
los derechos humanos o en negocios turbios. Y alejar a Piñera del juicio público.
De hecho, desde el mismo día en que se produjo tal cambio, las apariciones en
público del presidente disminuyeron ostensiblemente y el protagonismo lo tomaron
algunos de sus ministros más jóvenes como el ministro del Interior, Gonzalo
Blumel; Ignacio Briones, de Hacienda; Lucas Palacios, de Economía, en fin. Se
reforzó la labor de Karla Rubilar como vocera del gobierno con la presencia de
Sebastián Sichel, ministro de Desarrollo Social, y de Katherine Martorell Awad,
abogada militante de Renovación Nacional RN, cercana a Mario Desbordes y
miembro del Tribunal Disciplinario de la colectividad, con vínculos bastante
disímiles como lo son Andrés Chadwick UDI, Andres Allamand RN, Evelyn Matthei
UDI y Carolina Leitao DC. A la vez, se hizo aparecer al dúo Rubilar/Martorell,
dúo que ha vuelto a ser utilizado como estrategia comunicacional[6].
“Esta es una presencia más de las muchas que la autoridad ha tenido en
diversos medios en las últimas semanas debido a la crisis provocada por el
coronavirus. Su protagonismo fue más patente en los últimos días cuando debió
informar sobre medidas excepcionales por el Covid-19 como toques de queda,
cordones y aduanas sanitarias y, recientemente, cuarentenas totales”[7].
En el caso
particular de Karla Rubilar, se le asignó como labor especial la misión de
disminuir la tensión entre el gobierno y los alcaldes y, en especial, tender
los puentes requeridos para un diálogo más fructífero entre las partes; en
palabras más exactas,
“[…] contener, derivar y guiar”,
ciertas
proposiciones de los alcaldes en medio de la pandemia[8].
Se trataba de
reforzar, en cierto sentido, la labor de Claudio Alvarado, subsecretario de
Desarrollo Regional.
Una cosa es, sin
embargo, proponer determinadas medidas; otra es realizarlas. Especialmente, en
un gobierno como el de la coalición Chile Vamos.
Por una parte,
porque Piñera tiene ‘complejo de florero de mesa’, es decir, le gusta aparecer
donde quiera que sea y ser la atracción del momento, comportamiento que, en
psicología, se conoce bajo el nombre de ‘narcisismo’ y que lo manifiesta gran
parte del espectro político del país. Pero un narcisista —nunca hay que
olvidarlo—, es tremendamente competitivo[9]. Y
todo sujeto competitivo mira con profundo desdén a los demás, a quienes siempre
cree poder ganar.
Por otra, porque
hay sectores interesados en limpiar la imagen del presidente, en mostrarlo como
el sujeto gracias al cual se adoptan las medidas adecuadas para enfrentar la
pandemia, el sujeto irreemplazable, el sujeto sin el cual es imposible concebir
al Estado, para llevar adelante todo un conjunto de reformas que le permitan
revertir la situación y retrotraerla a lo que existía antes del 18 de octubre
del pasado año e, incluso, iniciar una ofensiva conservadora de proporciones. Es
lo que propone, en síntesis, Orlando Sáenz, cuando señala:
“[…] la emergencia sanitaria le crea al Presidente Piñera el
escenario de tarea desesperada en que –como ocurrió en la crisis de los 33
mineros de su primer gobierno– mejor brillan sus cualidades de administrador y
organizador, con el afortunado agregado de que dispone de un ministro de Salud
con la preparación, firmeza y credibilidad que requieren las circunstancias. Y,
lo más importante de todo, la terrible pandemia otorga el prolongado lapso de tiempo que
permitirá rediseñar el disparatado proceso constitucional que, de haberse
intentado en la
forma y plazos con que fue programado, habría conducido ciertamente al colapso
final de la democracia chilena”[10].
Entonces, en la
práctica, se unen esos dos factores para validar la omnipresencia del presidente
en el tratamiento de la pandemia.
LUEGO DEL COVID19, ¿PUEDEN IMPONERSE LOS INTERESES DE
LA ACTUAL DIRECCIÓN HEGEMÓNICA DEL BLOQUE EN EL PODER?
La pregunta
crucial que requiere de una respuesta urgente es saber si acaso la lucha que
libran los sectores dominantes de la UDI —genuinos representantes de la forma
de acumular vigente—, por prolongar la vigencia de la forma de acumular
heredada de la dictadura, va o no a ser en vano.
El estallido
social de 18 de octubre de 2019, que hemos preferido llamar ‘la revolución
chilena de octubre’, no parece indicar que el modelo neoliberal va a seguir
aplicándose, por lo menos, en Chile; la pandemia ha sido solamente ‘un alto en
el camino’ de este largo peregrinar de las clases dominadas. Todo hace entender
que las reivindicaciones tomarán más fuerza una vez que el peligro del virus
corona, en su versión Covid 19, se haya alejado. Entonces, algo va a pasar.
Es posible, sí,
que esa lucha —hegemonizada por la fracción bancaria de la clase de los
compradores de fuerza o capacidad de trabajo, en alianza con la fracción
comercial de la misma— termine; y en su lugar se forme otra alianza que pueda
hegemonizar el sector industrial en alianza con el comercial que, para ello,
debería poner fin al apoyo que hasta ese momento brinda al bancario
(financiero). En esa eventualidad, los sectores de Renovación Nacional RN podrían
contar con un gran aliado en los sectores conservadores de la oposición
institucional, que se vaciaría, en gran medida, a apoyar dicha alianza ante el
temor de una eventual revolución. Y, no pocos sectores de la UDI estarían
llanos a aceptar una salida de esa naturaleza. Lo que nos lleva a analizar el
rol de la oposición que hemos denominado ‘institucional’.
EL ROL DE LA OPOSICIÓN INSTITUCIONAL
La oposición
institucional a Piñera (algunos sectores del Frente Amplio y la generalidad de
la alianza Concertación de Partidos Por la Democracia, Nueva Mayoría, Fuerza de
la Mayoría, etc.) se organiza en torno a fracciones de clase que tienen
intereses propios bastante disímiles, lo que explica la enorme suma de
contradicciones que acumula. No hay en ella, solamente, un contingente de
trabajadores, vendedores proverbiales de su fuerza o capacidad de trabajo. Por
el contrario, hay empresarios que protegen sus intereses y poco o nada se
preocupan de la ‘cuestión social’; sus actividades son variadas y abarcan
ámbitos de tipo industrial, comercial y bancario, de manera que coinciden con
los intereses que se enfrentan dentro del Bloque en el Poder. En esa oposición
hay trabajadores que son, a la vez, empresarios, y cuentan con empleados u
obreros que trabajan para ellos, cuyo poder es ínfimo; hay profesionales que
organizan empresas para proporcionar empleos, es decir, empresas con
subcontratistas o subempleo; hay burócratas que defienden sus cargos estatales
o corporativos como lo son gran parte de los parlamentarios; en fin. Por eso se
unen en torno a una reivindicación abstracta como lo es el cambio de la
constitución, como si en esa acción radicasen todas las penurias de una
sociedad que jamás ha dejado de ser explotada y que se encuentra admirablemente
bien representada en las palabras del ex presidente del Senado Jaime Quintana,
para quien, la pandemia no es más que un nuevo escenario de disputas.
“En ese escenario, tendremos una oportunidad sin
precedentes. Seguramente, varias constituciones en el mundo van a cambiar en
las próximas décadas, pero sólo nosotros tenemos ahora un proceso constituyente
en marcha. Si la ciudadanía así lo decide en octubre, Chile elaborará una nueva
Constitución -la primera nacida de la deliberación democrática- justo después
del paso de la pandemia que está cambiando a la humanidad y, de un estallido
social que redibujó las prioridades del país”[11].
Los intereses de
la oposición institucional buscan, a todas luces, la perpetuación del sistema
capitalista bajo condiciones de explotación más humanas y más tolerables;
difieren, por ende, en forma absoluta de aquellos que reivindican para sí los
sectores dominados. En esas condiciones, es difícil que tales intereses,
manifestados con extrema claridad en el estallido social de 18 de octubre de
2019, puedan compatibilizarse con los de sus pretendidos representantes políticos
en el Parlamento. Antes bien, el panorama muestra un distanciamiento cada vez
mayor entre lo que pretende la inmensa mayoría de los chilenos y su
representación institucional.
No debería
sorprender, en consecuencia, que también la oposición institucional pretenda
dirigir hegemónicamente el Bloque en el Poder y pretender que se les subordinen
las otras representaciones políticas del capital como lo hicieron en los 17
años de gobiernos concertacionistas. En abono de esta opción soplan vientos
internacionales que hacen sonar las trompetas anunciando la llegada de una
suerte de neo keynesianismo, practicado, sin rubor alguno por USA bajo la
dirección de Donald Trump, y que ha comenzado a replicar Boris Johnson en la
actual Gran Bretaña. España tampoco ha quedado al margen de estas medidas que
rompen los parámetros del neoliberalismo, a propósito del Covid 19[12].
En Chile, hay
índices que apuntan en la dirección indicada: el apoyo a todas las medidas
represivas del gobierno, la acelerada producción legislativa en desmedro de los
sectores desprotegidos, la indolencia ante el grave peligro al que se expone
gran parte de la población nacional ante el Covid 19, constituyen algunos
ejemplos de ello. Otro lo es la grave situación por la que atraviesan los 2.500
presos que yacen en las cárceles de la ‘democracia’ luego de las protestas, y el
temor cierto a que dentro de esas cárceles se propague el Covid 19 es un
ejemplo de ello. No ha existido, por parte de la oposición institucional,
palabra alguna en defensa de ellos.
No debería
sorprender que, ante este panorama, los sectores populares comenzaran a diseñar
su propia estrategia para aplicarla luego del paso de la pandemia que, con toda
seguridad, no dejará en buen pie a los sectores dominantes a lo largo y ancho
de todo el planeta. Pero esa es una alternativa de la cual no es posible hablar
hoy ni tampoco más adelante pues su naturaleza bien merece ser asimilada a la
del ‘I’Ching’ que, como el ‘Ofullgâgna’ de Mathiesen, jamás ha de ser expuesta
o revelada puesto que, si ello ocurre, deja de ser tal para asumir la
naturaleza de cualquier otra, menos la del ‘I’Ching’.
Santiago, abril
de 2020
[1]
Existen indicios en torno a suponer que esta decisión fue sostenida por uno de
sus asesores del llamado ‘segundo piso’ de La Moneda; más exactamente, de un
pinochetista consumado que es Cristián Larroulet, partidario acérrimo de
aplicar la mano dura.
[2] Sáenz,
Orlando: “La segunda oportunidad”, ‘El Líbero’, 25 de marzo de 2020.
[3] Acuña Asenjo, Manuel:
“Carácter de clase del segundo período presidencial de Sebastián Piñera
Echenique”, documento de febrero de 2018, publicado en varios medios digitales.
[4]
Segovia, Macarena: “Mantener a flote al Presidente: la estrategia política en
medio de la crisis del COVID 19”, ‘El Mostrador’, 30 de marzo de 2020.
[5]
Segovia, Macarena: Art, citado en (3).
[6] Redacción:
“Gobierno recurre ora vez a fórmula ‘didáctica’ de dupla Rubilar/Martorell para
anunciar nuevas reglas en comunas en cuarentena”, ‘El Mostrador’, 02 de abril
de 2020.
[7] Del
Río, Sofia: “El perfil político de la nueva cara del gobierno para enfrentar la
crisis del corona virus”, ‘El Líbero’, 27 de marzo de 2020.
[8] Del
Río, Sofia: “Pacificar a los alcaldes: la misión que el Presidente le encargó a la
ministra Rubilar”, ‘El Mostrador’, 03 de abril de 2020. Con negrita en el
original.
[9] El
carácter narcisista de Piñera queda de manifiesto en la casi generalidad de sus
actuaciones públicas. El día 3 de abril de 2020, en viaje de retorno a su casa
habitación, y en medio de la prohibición hecha a la población nacional de
mantenerse encerrada en sus domicilios, hizo detener el vehículo en que viajaba,
frente a la Plaza de la Dignidad, para sacarse una fotografía sentado al pie de
la estatua del general Baquedano, en una inequívoca manifestación de poder. A
pesar que en su cuenta de Twitter señaló que quiso bajar a saludar a los
carabineros del sector, la grabación no revela su intención de hacerlo.