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domingo, 31 de mayo de 2020

HAMBRE: más que una palabra, una triste realidad

HAMBRE
MANUEL ACUÑA ASENJO
 ‘Hambre’ es el título de una novela escrita por Knut Hamsun, autor escandinavo de principios del siglo XX, en donde se relatan las penurias de la población de esa ciudad llamada Cristiania a fines del siglo 19. Pero ‘hambre’ es, también, sinónimo de pobreza, de abandono, de sacrificio, de muerte. Un recuerdo del paso de la humanidad por el más abyecto estado animal. El mismo que Hobbes, en cierta oportunidad, describiera como el período en que ‘el hombre, es un lobo para el hombre’. Condenar a un pueblo al hambre, que representa el más extremo grado de miseria, sólo podemos considerarlo como algo propio de la mente más afiebrada que pueda existir. Hambre, palabra que horrorizaba —me lo confesó una vez— a mi buen amigo poeta, actor, escritor, Carlos Alberto Muñoz, allá, en su exilio, en Estocolmo.  Por eso, ver esa palabra espantosa, escrita de abajo hacia arriba, en uno de los costados del edificio de la empresa Telefónica de Chile, me hizo cavilar acerca del hambre que existe en Chile, hambre a la que se ha referido en estos días, incluso, el propio alcalde de Santiago, Felipe Alessandri.

Porque hay hambre en este país. Hambre abierta, en descubierto, hambre que se ha hecho pública, que se arrastra por las calles y manifiesta en los pobres que hurgan al interior de los contenedores buscando bolsas de basura para ver si en ellas hay algo que puedan aprovechar. Es el hambre que existía ya, desde antes del estallido social de 18 de octubre de 2019 y de la pandemia, invisible, en el Paseo Ahumada (y otros lugares del Gran Santiago), cuando los restaurantes y fuentes de soda, antes del  cierre, botaban las sobras en los contenedores municipales para que una turba de pobres hambrientos se abalanzara, noche a noche, en busca de alimentos. Es el hambre que revienta hoy, a gritos, en la comuna de El Bosque y en otros barrios de la capital. El hambre que existía en tiempo de Pinochet.


Pero eso no es lo único. Hay un hambre oculta, un hambre que se vive en silencio, el hambre del trabajador que perdió su trabajo o vio disminuido el sueldo que ganaba, el hambre de quien acaba de jubilar y contempla el exiguo monto del cheque que le entrega la AFP, el hambre de la mujer que se separó y vive sola con sus hijos en algún departamento de la ciudad el pago de cuyo arriendo le absorbe todo lo que recibe, el hambre de los familiares de los que están falleciendo a causa de la pandemia de cuyo apoyo económico dependían, el hambre silenciosa del pensionado que vive con su jubilación miserable y, semana a semana, observa impotente subir los precios de los alimentos que consume y que ya no puede pagarlos.

¿Por qué hay hambre en Chile, cuando se insiste, a través de los medios de comunicación, que el abastecimiento de toda la población está asegurado? ¿Por qué, entonces, los sectores altos acaparan mercaderías en los supermercados y, también, algunos sectores medios que tienen capacidad para hacerlo? ¿Qué hace que se reproduzcan, pero en forma inversa, hechos similares a los que hubo en el tiempo de la Unidad Popular? Porque en esos años hubo temor al hambre pues había desabastecimiento. Hoy no sucede aquello. Hay abundancia de mercaderías, si creemos  en las palabras de las autoridades. Y, sin embargo, hay hambre.

Está claro que muchos bienes e insumos no pueden ser comprados por muchos sectores sociales, aunque existan en el comercio, porque tales sectores no tienen dinero para hacerlo. Pero, ¿por qué ocurre todo ello? ¿Cuál es la causa?

La Economía nos enseña que toda persona asigna a cada bien un determinado valor. Ese valor, sin embargo, es diferente si desea consumir o utilizar en provecho propio ese bien o si lo necesita solamente para cambiarlo por otro. Al primero se le llama ‘valor de uso’; al segundo, ‘valor de cambio’. El bien que se pretende cambiar raras veces se tasa por un valor equivalente al de la contraparte; lo normal es cada operador pretenda ganar algo con el acto de permutar. Es decir, obtener un rédito, un interés, un mayor valor.  Lo que nos hace sentar una primera premisa: todo bien es susceptible de intercambio; pero cuando dicho intercambio no tiene como finalidad el uso del mismo, lo que se busca es obtener lucro, es decir, sacar provecho de la operación, transarlo a un mayor valor. Porque, no olvidarlo, la moral de la Economía es el lucro. De lo cual se puede concluir que todo comercio es intercambio, pero no todo intercambio es comercio pues el intercambio no implica, necesariamente, realizar ganancias. El intercambio no es un acto económico sino la acción natural de los seres humanos para entregar obras que nacen de las diferentes aptitudes y capacidades que cada uno posee. Dichas cualidades les hace producir y realizar actividades, necesarias, a menudo, para quienes no poseen las mismas. E intercambiar esas obras con otras que no pueden realizar, que les son importantes y necesarias, intercambio que debiera ser gratuito o satisfacerse con la mutua recompensa. Sólo cuando ese intercambio se hace comercial, la Economía se hace presente. Con su moral invariable: el lucro.

A diferencia del intercambio simple, el comercio es, fundamentalmente, intercambio lucrativo. Para ser más efectivo, requiere de la existencia de una mercancía intermedia denominada ‘dinero’ que, por lo mismo, adquiere la calidad de ‘medio de pago’. Cuando el dinero es abundante, las mercancías suben de precio porque obedecen los dictámenes de la ley de la oferta y la demanda; el fenómeno aquel se denomina ‘inflación’. Pero cuando el dinero escasea, las mercancías bajan de precio porque nadie tiene capacidad para comprarlas y el fenómeno se llama ‘deflación’. De lo cual se deriva una lección: en un sistema donde impera el comercio, un ‘buen gobierno’ no debe dar dinero (o restringir el acceso al mismo) a los sectores dominados o pobres, porque éstos (como son pobres) no tienen todas sus necesidades satisfechas, y el  dinero que pueden recibir lo gastan, de inmediato, en comprar las cosas que requieren ocasionando escasez y, por consiguiente, ‘inflación’. Y puesto que muchos bienes no se producen en el país y se hace necesario importarlos cuando se agotan, en Economía se dice que los pobres, al recibir dinero en sus manos, ‘crean presiones inflacionarias’. Por  eso no se les puede dar dinero sino en pequeñas cantidades. Entregarlo en abundancia a la población lo hacen sólo los ‘malos gobiernos’. Como el de la Unidad Popular. Un ‘buen gobierno’ ha de darlo a las clases dominantes pues éstas, al tener satisfechas todas sus necesidades, toman ese dinero y lo invierten o ahorran, contribuyendo al desarrollo del país y fomentando lo que se conoce como ‘ahorro nacional’.

Entonces, hay razones económicas que nos llevan entender lo que sucede en las economías mundiales y por qué existen ciertos y determinados fenómenos, a menudo, inexplicables.

El comercio, es decir, el intercambio para obtener réditos o ganancias, supone la existencia de determinadas cantidades de bienes en oferta. Si esos bienes aumentan, el precio baja y las posibilidades de obtener tales réditos o ganancias se hacen difíciles. Por consiguiente, las empresas no deben producir más que lo necesario, es decir, la cantidad necesaria de bienes a objeto de no producir una caída en el precio de los bienes que entrega para su comercialización. Y si, por cualquier motivo, lo hacen, deben destruir lo que han fabricado.  De manera que, haya inflación o deflación, la cantidad de bienes que existen en el mercado ha de ser la misma: se trata de proteger la ganancia o el lucro de determinados grupos sociales. O dicho de otro modo: el sistema está hecho para que la producción no exceda el monto de la ganancia que ha de existir.

El hambre de determinada población (mundial, regional o nacional e, incluso, local) no tiene importancia para la economía. Los seres humanos son ‘consumidores’ y/o ‘reguladores’ de los precios establecidos. Nada más. Sus existencias no son relevantes para la economía más que para los efectos de entregar sus energías corporales o hacer de sujetos consumidores.
Por lo mismo, cuando se desencadenan las crisis, los Estados pocas veces suben los sueldos de los trabajadores sino permiten que eso lo hagan determinados sectores y con ciertas limitaciones. En general, prefieren conceder ‘bonos’, por una sola vez, muchas veces con cargo a los dineros de los propios trabajadores. Cuando arrecian las circunstancias, reparten mercaderías y no entregan dinero. Los estados practican el reparto de limosna a una población que han empobrecido ellos mismos. De esa manera, conjuran cualquier amenaza de inflación y pueden negociar con los grandes distribuidores de mercaderías (ni siquiera con los productores) o las cadenas de negocios, dinamizando con los dineros públicos la alicaída economía.


Pero el hambre, si no se satisface, tiene consecuencias, puede dar origen a fenómenos insospechados. Promueve la solidaridad entre los seres humanos, sin lugar a dudas. E invita a practicar la cooperación. Y a construir una nueva ética comunitaria. Las ollas comunes, que se organizaron el Chile en 1930, y volvieron en tiempos de la dictadura pinochetista para aparecer, hoy, en pleno gobierno autoritario piñerista, son un ejemplo de ello. Hoy, como antaño, juntan a los rebeldes, convocan a los necesitados, aúnan voluntades, incitan al diálogo y a la mutua comprensión, provocan intercambio de opiniones, invitan a la acción mancomunada. Bienvenidas sean ellas. Ya nos lo recordaba Óscar Castro, cuando nos decía:

“¡Qué cerca están las gentes cuando el hambre las une
y hay sólo ante los ojos una desnuda mesa,
y se oyen muy distantes sonar unas pisadas
Como el eco del agua por las mojadas piedras!”

Hambre es la palabra más terrible que jamás se haya pronunciado. Pero es la que une a los sectores populares para hacerlos más fuertes y más decididos. El hambre no les arrebata su dignidad; les hace más rebeldes. Por eso, son reacios a aceptar limosnas o conmiseración ajena. Y pocos son los que van a tolerar la ayuda por caridad. Aunque en ello les vaya la vida.

Las grandes masacres, al igual que las grandes revoluciones, han tenido un marco similar de referencia. No tendría por qué ser diferente en Chile. Si los propios sectores medios han manifestado que, en determinadas circunstancias de apremio, estarían dispuestos a perpetrar cualquier delito con tal de dar alimento a sus hijos, no debe sorprender que lo hayan empezado a hacer los sectores populares como ha sucedido en El Bosque en plena pandemia. Los saqueos no se paran con una ley. Porque el hambre no tiene límites. Es lo que nos pone de manifiesto el título de la novela del escritor noruego, aquella palabra conmovedora, la misma que brilló, resplandeciente, en medio de la noche del lunes 18 de mayo, como luminosa advertencia de lo que significan los siete meses del estallido social, allá, arriba, encaramada en lo alto de la torre del edificio de la Telefónica, en Santiago.

Santiago, 20 de mayo de 2020

jueves, 7 de mayo de 2020

EFECTOS DE LA PANDEMIA EN CHILE: DESDE LA REFLEXIÓN A LA ACCIÓN

Artículo de opinión. Por Lorenzo González Cabrera, miembro del CODEHS.


NOTAS INTRODUCTORIAS

Como asociado y dirigente de la Federación Nacional de la Subsecretaría de Salud Pública y asumiendo las definiciones a las que hemos contribuido desde el momento mismo que nos constituimos en organización. Hemos avanzado en la defensa del Fortalecimiento de la Autoridad Sanitaria, y su tarea de proteger la salud de la población.

Hacerlo en la noción de las Determinantes Sociales de Salud, que nos llevan a ampliar la mirada para comprender la salud como una cuestión de seguridad nacional. Los efectos de la pandemia así lo demuestran. No es algo que sólo atañe a un grupo determinado de la población nacional sino a toda ella en su conjunto.

 La Salud y el bienestar son un desafío permanente, es por ello que creemos que hay que pasar de la declaración a la acción. De la propuesta a la protesta. El presente texto nace de la revisión de documentos anteriores y de reflexiones compartidas por compañeros a través de las redes sociales en las que nos encontramos cotidianamente. Invitamos a quienes estén de acuerdo con estos contenidos a suscribirlo.

EL VIRUS, LA PANDEMIA LA SALUD, LA ECONOMÍA Y OTRAS COSAS

La situación mundial, a consecuencias de la llegada (al parecer indefinida) de la Pandemia mundial generada por SARS – COV2, que viene afectando de diferentes maneras y en un proceso ininterrumpido a los países del orbe, ha puesto a la humanidad una preocupación nunca antes vivida.

En efecto, los contagios producidos por el Coronavirus, a la fecha, parecen ser cifras no alcanzadas históricamente, no obstante, éste se encuentra provocando altos niveles de conflictividad en algunas áreas del quehacer. La confrontación de miradas para enfrentarlo son muchas, de un lado la presión que ejercen, directamente, o a través de ¿sus? Estados en las organizaciones intergubernamentales, amenazando la reducción o suspensión de los aportes para su sobrevida (así Trump con la OMS) o como se indica en el reciente ajuste presupuestario nacional.

LA ESTRATEGIA DE LA IMPROVISACIÓN

En estos días, como ha sido desde que se instaló la pandemia en Chile, hemos visto cómo las estrategias de contención y combate han mostrado una enorme diversidad, contándose con una enorme batería de instrumentos, los que son utilizados o desechados, en los diferentes países, ya sea por énfasis específicos en ciertas miradas de salud u otras formas de priorización como es el caso de Chile, donde evidentemente la priorización se ha colocado en los aspectos económicos por sobre los de salud (salubristas, epidemiológicas y sanitarias, sean preventivas o remediales).

Los niveles de conflictividad entre las potencias, la guerra híbrida desatada, la guerra comercial, y comunicacional han creado ingentes dificultades en el mundo entero.

La caída de las bolsas, la crisis generada en el bajo precio del petróleo, la variación permanente de las divisas, provocadas por estos hechos, son cuestiones que invariablemente comenzarán a operar severamente sobre aquellos factores sociales que determinan la calidad de la salud en el planeta y particularmente en aquellos países que; como el nuestro, tienen una economía abierta y dependiente de la venta de materias primas sin elaboración, cuya depreciación será cada día mayor.

Nos encontramos en una crisis de marca mayor, sólo comparable con la gran crisis de los años 30, con las consecuencias de similar o mayor gravedad, previéndose la posibilidad de aparecimiento de una hambruna gigantesca.

Ello obliga, para encontrar salidas dotadas de un mínimo de equidad, que el Estado cumpla su tarea tendiente a resguardar los derechos humanos y sociales esenciales de la población y su énfasis debe estar orientado a esos fines, Pan Techo y Abrigo se decía en períodos de la crisis que precedentemente indicáramos, cuestiones imprescindibles para garantizar la Salud, comprendida como el goce del bienestar pleno.

Para ello resulta del todo insuficiente la reasignación presupuestaria implementada desde La Moneda, como tampoco lo hacen las medidas paliativas ¿orientadas? a los sectores más vulnerados por los efectos que la implementación a ultranza del modelo neoliberal.

No basta desarrollar una agenda pro empleo que lo único que hace es fortalecer a los mismos grandes conglomerados económicos, muchos de los cuales no han trepidado en modificar las condiciones contractuales de sus trabajadores, amparados en la Ley de Protección del Empleo, reduciéndose así los ingresos de quienes generan su riqueza y acaparando para sí los recursos que desde el gobierno se colocan a disposición de la reactivación de la economía.

Es la hora de modificar la política económica y comenzar con políticas contracíclicas que permitan mejorar la liquidez de los más desposeídos, como de los asalariados de los segmentos más bajos de esa mal definida clase media, acudiendo al tesoro del Estado y a la capacidad de endeudamiento al que, como nación tenemos; con la finalidad de aportar esta vez al desarrollo nacional y no al crecimiento del enriquecimiento de los menos que se apropian de los frutos de la producción nacional.

Fuentes internacionales, de alta credibilidad indican que en nuestro país la economía decrecerá entre un -4% y un -5%, es decir, si se suma la expectativa de crecimiento, el ¿país? “crecería” menos de un 7%, ello es lo que obliga a la adopción de las medidas que hemos indicado.

De lo contrario, seremos los trabajadores quienes pagaremos las consecuencias de la crisis, y de los provocados por la dura realidad económico social que afecta a nuestro pueblo y que la pandemia ha permitido percibir en toda su cruda realidad, en los mismos términos indicados durante las prolongadas manifestaciones de fin de año pasado que, manifiestamente ponen en riesgo la salud y la vida de la población, en el entendimiento que su condición indivisible.

NUESTRO COMPROMISO CON LA SALUD

Esa es la razón que hemos tenido a la vista cuando definimos "La Salud como una cuestión de Seguridad Nacional" la que después de más de 9 años se asume por la CUT; y con ello estamos poniendo en el centro la capacidad de análisis que como organización hemos desarrollado.  Pero lo hemos dicho, asumimos este concepto separándonos de la mirada generada bajo el concepto de “guerra de baja intensidad”, por el contrario, lo vemos desde la perspectiva integradora que la función de la Salud tiene en la sociedad. Como un valor que integra las miradas diagnósticas de los problemas y unifica rutas de salida o solución de estos.

La autoridad ha venido asumiendo una concepción autoritaria aberrante, cercenando caminos a la información e inhibiendo que desde regiones se adopten decisiones que se desmarquen del errático comportamiento que ha mostrado la autoridad central, no por una visión regionalista sino eminentemente epidemiológica.

Hemos estado durante años centrando el quehacer en el cumplimiento de metas que hacen el remedo de ser metas sanitarias al decir que engarzan con la Estrategia Nacional de Salud, que, de lo que evidentemente carece, es de una mirada integral de salud que ponga el acento en la prevención, la educación, la promoción y la fiscalización, antes que cuestiones meramente administrativas o de números que no expresan el impacto de ellas en la salud de la población.

LA PANDEMIA, UNA RADIOGRAFÍA SOCIAL

La realidad que desnuda la pandemia es que nuestro sistema carece no sólo de herramientas de intervención en el modo que la sociedad se organiza, produce y se reproduce, y de la forma que esto impacta en el acceso al bienestar pleno de la población, sin lo cual ninguna actividad de servicios o productiva puede garantizarse. Esta es la amplia mirada a la que invita el enfoque de las Determinantes Sociales de Salud. Que rescatamos de manera intransable y que coloca primero la vida, luego la economía.

La pandemia ha demostrado que cuando los trabajadores no pueden concurrir a su trabajo, los sectores poseedores ven amenazados sus privilegios derivados de la producción mercantil y la realización del producto de trabajo asalariado, y de la provisión de servicios que la haga posible, dejando explícitamente claro quiénes son los generadores de riqueza.

 

POR EL CAMINO DE LA DESOBEDIENCIA

Nos enfrentaremos a la obligación de estar en la trinchera de la salud para proveerla. Cuando desde la Moneda se está pensando en la llamada “Nueva Normalidad” o en el “Retorno Seguro” no se está considerando como se mueven las variables de la pandemia, hecho que las cifras evidenciadas durante la última semana demuestran que estábamos en lo cierto, que las entregadas inicialmente eran solamente la punta de iceberg, cuyas dimensiones aún desconocemos. Es ese manejo errático e improvisado, con desmentidos y cambios de giro contradictorios, lo que nos obliga más que nunca a propender a la movilización nacional en defensa del bienestar de la población. Esta lucha resulta estrictamente necesaria para defender los derechos, tanto los que tenemos como trabajadores, como los del resto de la población.

Está llegando la hora de confrontar a la autoridad que está pensando más en un extemporáneo programa de gobierno que en el desarrollo y fortalecimiento de Políticas de Estado, que tengan permanencia en el tiempo y que apunten a modificaciones estructurales que admitan otear un mañana mejor, a través de una nueva Constitución que implique un nuevo y mejor trato para las grandes mayorías sociales, en términos expresados en las masivas movilizaciones sociales realizadas en octubre o el 8M y que invitan a la generación de un nuevo Estado. Ello nos lleva a proponer el camino de la Desobediencia Activa que se puede expresar de múltiples formas, como ejemplos, iniciales, autoconfinamiento en lugares con brotes donde no se haya decretado cuarentena, no concurrir al Mall, hacer compras en farmacias y negocios de barrio, pegatinas de letreros que manifiesten el descontento con el modo con que se enfrentado la pandemia en ventanas y rejas, “acciones de arte” o intervenciones en plazas o lugares emblemáticos, en barrios, ciudades, provincias o regiones.

Es en esta lucha donde se probará la consecuencia, el valor y el sacrificio de cada Dirigente, Trabajador y Trabajadora por un Chile mejor. Es la hora de transitar desde la Declaración a la Acción, desde la Propuesta a la Protesta.

LORENZO GONZÁLEZ CABRERA

VICEPRESIDENTE FENFUSSAP


"Desobediencia Laboral Sanitaria"¡¡¡Ahora!!!

 

Mayo 4 de 2020

Post Scriptum: Si deseas suscribirlo eres bienvenido.

Nota de la redacción:


Sólo un gobierno popular asegura el derecho a la salud en forma integral, para toda la población, venciendo las barreras sociales, la discriminación, la falta de oportunidades. Sólo la caída del capitalismo nos asegura un sistema social justo, conforme a la dignidad del ser humano.