Artículo de opinión
EL DESARROLLO DE LA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO:
LOS SUPUESTOS PREVIOS
REARTICULACIÓN DE LAS FUERZAS DEL GOBIERNO/
DESARTICULACIÓN DE LAS FUERZAS OPOSITORAS
MANUEL ACUÑA ASENJO
A. LOS SUPUESTOS PREVIOS
UNIDAD EN TORNO AL FACTOR DE COHESION
En nuestro
documento de marzo recién pasado, destinado a analizar la estrategia de las
clases y fracciones de clase dominantes, señalábamos que aquella no era sino,
aprovechar el inesperado apoyo que la pandemia del Covid 19 proporcionaba al
Gobierno, para retrotraer la situación nacional a la que existía hasta antes
del estallido social de 18 de octubre de 2019. O, como lo decíamos,
“[…] el objetivo del sector hegemónico del Bloque en
el Poder no es sino el restablecimiento de las condiciones que existían hasta
antes del 18 de octubre de 2019 a fin de seguir extrayendo el plusvalor de las
clases dominadas en la forma que lo había hecho hasta ese momento. Para
conseguir su objetivo necesita recobrar el ‘liderazgo’ de Piñera, lo que
implica diseñar una estrategia en torno a recuperar, consecuentemente, la
confianza de la comunidad nacional en el mandatario y la subordinación de todo
el espectro político a su conducción. En palabras más simples, se trata de
tomar el control de la nación para poder determinar, más tarde, las tareas a
realizar”[1].
Restablecer el
orden existente hasta antes del 18 de octubre de 2020 —o, como también lo llama
el Gobierno, ‘restablecer la normalidad’ e, incluso, ‘nueva normalidad’— es
tarea de personas, de sujetos, de individuos bajo la obligada dirección de
alguien. Pero no de ‘cualquier’ alguien sino de quien cuente o haya contado con
un grado de confianza social, de un ‘atractor’. En el caso de Chile, ese
objetivo podría alcanzarse solamente con Piñera a la cabeza pues el sujeto de
marras —que, paradojalmente, no cuenta con el apoyo irrestricto de muchos de
sus partidarios a quienes, más bien, les resulta una carga—, es el factor de
unidad del estado/nación. Y, como tal, un personaje insustituible; al menos,
por el momento.
En esa situación
—continuábamos—, la conditio sine qua non
de la estrategia para las clases y/o fracciones de clase dominantes había de
ser, necesariamente, continuar por la ruta trazada, arrastrando ese fardo
humano, lo que implicaba limpiar su imagen, recobrarlo como el líder
indiscutido de la alianza ‘Chile Vamos’, reinstalarlo como el conductor
inmejorable de la nación y, por supuesto, tolerar (y justificar o, al menos,
explicar) sus naturales extravíos. Tarea difícil, por cierto, y no exenta de
dificultades, dado tanto el carácter social (anal) como el carácter individual
(narcisista) del mismo, algo que se ha visto reflejado en muchos de sus actos,
como más de alguien puede constatarlo:
“[…] lo cierto es que durante todo el manejo
de la crisis sanitaria desatada por la pandemia del COVID-19, Piñera ha hecho
caso omiso de manuales y consejos de asesores para sortear estas circunstancias
extraordinarias y ha optado por no alejarse un ápice de su conocido estilo
político, aquel con el que siempre trata de mostrarse como un “gran líder”,
alguien que “todo lo sabe y todo lo controla” y que al final, muchas veces, le
juega en contra”[2].
Pero, en
política, es conveniente estar realizando permanentemente ajustes a toda
estrategia que se tenga en vista, ya sea ampliando sus objetivos o
restringiéndolos, de acuerdo a la evolución de las circunstancias. Porque los
acontecimientos pueden ofrecer posibilidades que, de no aprovecharse
oportunamente, podrían ocasionar verdaderas catástrofes. Y la pandemia ha
ofrecido condiciones inmejorables para alcanzar tales objetivos, como lo es
aquella que ha permitido a algunos proponer como objetivo, además de los otros
ya establecidos, perfilarse como el mejor país del mundo en el ‘combate’ contra
el Covid 19. Porque los objetivos de Piñera siempre fueron erigirse como un
líder mundial o sentarse, como lo hizo una vez en otro de sus constantes
extravíos, en el escritorio que usa el presidente de los Estados Unidos en la
sala oval. Por eso, no debe extrañar que, al respecto haya escrito una persona:
“Efectivamente, hasta
ahora, distintas instituciones internacionales han destacado o citado el
trabajo que ha hecho Chile estas semanas y la baja cifra de mortalidad, ante lo
cual —afirmaron fuentes gubernamentales— se ha ‘instruido informalmente’ la difusión
de esos comentarios. Es así como informes de la London School of Hygiene &
Tropical Medicine, del Economist Intelligence Unit y de la financiera J.P.
Morgan, circulan profusamente entre asesores, personas públicas y "líderes
en distintas áreas”, todo con el objetivo de que se vea a Chile como un
‘ejemplo ante otros casos preocupantes como el de Ecuador y Brasil’”[3].
De hecho, es lo que ha estado sucediendo
desde mediados de marzo, más exactamente, desde el 18 de marzo, a poco de
instaurarse el ‘estado de catástrofe’, como lo señala, no sin cierto regocijo
una periodista:
“Junto
con dictar el estado de catástrofe el miércoles 18, el gobierno recuperó el
control del Estado, cuya dirección había perdido tras el estallido del 18 de
octubre. En este nuevo escenario, los mismos que antes procuraron que no
tuviera las herramientas para enfrentar el desorden público y satisfacer nuevas
demandas sociales y que incluso le impusieron su programa de gobierno, se
encuentran ahora sin poder”[4].
En otras
palabras, nada ha de perturbar la fluida y abundante percepción de plusvalor
que ha existido hasta esta fecha desde los sectores dominados a los dominantes.
Para realizar ese cometido se cuenta con una ventaja crucial: el manejo del
Gobierno. Todo lo que haga el Gobierno debe considerarse en el carácter de obra
del presidente, circunstancia que va a colaborar en el mejoramiento de la
imagen del mismo. Y, consecuentemente, del Gobierno en su conjunto. Porque,
“Nadie mejor que Sebastián Piñera para enfrentar esta situación
inédita de crisis, donde hay que buscar los equilibrios para que
una medida dirigida a salvar vidas no traiga como consecuencia la
aparición de otra epidemia desconocida por las generaciones vivas: la
hambruna. Ésta podría aparecer como la consecuencia de la quiebra de las
empresas de todo tamaño, el desempleo, la escasez y el
agotamiento de los recursos del Estado”[5].
La reinvención de Piñera en el carácter de líder indiscutido de la alianza ‘Chile
Vamos’ es el eje central de la estrategia, algo que no ha pasado desapercibido,
en modo alguno, para algunos analistas —como Claudio Fuentes—, que advierten,
“[…] tras la seguidilla de apariciones casi cotidianas
del Mandatario en el marco de la crisis sanitaria por el COVID-19, […] la intención desde Palacio de querer reposicionar la figura de Piñera,
tanto a nivel nacional como para el resto de América Latina”[6].
Dado que el
Bloque en el Poder es conducido hegemónicamente por la fracción bancaria de la
clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo en estrecha alianza
con la fracción comercial, los intereses a defender han de ser fundamentalmente
financieros, entendiéndose por tales, los que benefician a las compañías
aseguradoras, a la banca, las empresas exportadoras e importadoras de
mercancías y, en general, las que prestan toda clase de servicios como turismo,
transporte de pasajeros y de carga, etc. Es el predominio manifiesto del modelo
pinochetista neoliberal que se ha
mantenido y perfeccionado durante todos estos años de democracia post
dictatorial dentro de la cual la hegemonía del Bloque en el Poder es detentada
por la fracción bancaria de la clase de los compradores de fuerza o capacidad
de trabajo. Lo cual no significa, en modo alguno, que el sector industrial no
vaya a gozar de prebendas. No. Ese sector goza de privilegios toda vez que se
ha adecuado a las exigencias del modelo para el que sólo es posible
mantener industrias en las áreas que
ofrecen ventajas comparativas, entre otras, la silvicultura, la pesca, la
agricultura y la minería. Pero, antes de adentrarnos en esas materias,
aclaremos otro supuesto previo.
LA OTRA CARA DE JANOS
Como ya lo
señalamos, nuestro documento —intitulado ‘La estrategia de las clases y/o
fracciones de clase dominantes ante el Covid 19’—, ya advertía que la
estrategia a seguir por parte de las autoridades era sacar el mayor provecho
posible a las condiciones que ofrecía la presencia de la pandemia Covid 19 en
el país, a objeto de robustecer el Gobierno y restaurar, a partir del mismo, en
pleno vigor, la forma de acumulación que impuso la dictadura pinochetista,
conmovida por el estallido social de 18 de octubre de 2019. Podría suponerse,
luego de esas palabras, y no sin justa razón, que la estrategia de esos
sectores estaría limitada a tales aspectos, algo que no corresponde, en modo
alguno, a la realidad. Y es que Janos tiene dos caras. Que no son las mismas.
Al menos, eso dice la tradición romana. Aseverar que las clases y/o fracciones
de clase dominantes tienen una estrategia orientada a restaurar la forma de
acumulación heredada de la dictadura y a perseverar en ella, no quiere decir
que esos sectores, simultáneamente, hayan descuidado la elaboración de otra,
inversa, destinada a desarticular y neutralizar los intentos de quienes son
reacios a aceptar los objetivos que se propone realizar el sector hegemónicos
del Bloque en el Poder. No. Las clases, y/o fracciones de clase, dominantes no
existen porque sí, no existen en el aire. Son dominantes (y dinámicas) lo que
quiere decir que dominan a otros u otras, que son parte inherente a toda
sociedad, existen en el interior de esa sociedad conformando una estructura
social, son elementos que la integran y, en consecuencia, se han alzado dentro
de la misma para imponerse como tales y reivindicar su status de dominación.
Digamos que, en verdad, estamos en presencia
de un Estado, de una relación social, de una estructura de seres humanos que
asegura la permanencia de la dominación de unos sobre otros. ‘La luz’, nos
recuerda Henry Barbusse en su bellísima obra ‘L’enfer’, ‘no existiría sin la
sombra’. Sentencia tremendamente sabia, pues nos advierte que todo concepto
encierra un contrario y, por ende, que toda dominación presume, necesariamente
‘dominantes’ y ‘dominados’. Por lo mismo, que quien domina debe estar
asegurando constantemente esa dominación sobre los que han sufrido el yugo de
la dominación pues éstos, como reacción natural, siempre van a estar intentando sacárselo de encima y, en
consecuencia, alzándose en contra de aquellos que los han colocado en semejante
estado de sumisión. Las revueltas populares no tienen otro origen que no sea la
acción consciente y deliberada de quienes han logrado, exitosamente, situarse
por encima de los demás para imponer su voluntad sobre un sector social,
haciendo caso omiso a las voces de las cordiales relaciones de cooperación que
advierten sobre los peligros de la competencia y de la imposición.
Por eso, no debe
olvidarse que, conjuntamente con elaborar la forma de conducir victoriosamente
adelante la restauración de la situación que existía hasta antes del estallido
de 18 de abril, las clases y/o fracciones de clase dominantes han estado
diseñando y construyendo, simultáneamente, una estrategia orientada, en sentido
inverso, a desarticular y aniquilar cualquier intento que puedan realizar los
sectores dominados para sacudirse el yugo impuesto por ellas. Quiéranlo o no
reconocerlo quienes rechazan visceralmente la existencia de las clases y/o
fracciones de clase sociales, el choque de estos sectores no es sino una
confrontación de intereses entre quienes se han apoderado de todo —porque creen
que les pertenece por derecho propio—, y quienes han sido despojados de lo que
la propia naturaleza ofrece para todos.
En nuestro
análisis, esa estrategia ha de referirse, necesariamente, a dos aspectos
cruciales en el desarrollo de los acontecimientos y que vamos a abordar, de
todas maneras, más adelante y en páginas posteriores. El primero de ellos dice
relación con el estallido social de 18 de octubre de 2019; el segundo, a la
forma de aprovechar el período de reflujo que impone la presencia de la
pandemia del Covid 19 orientado a restaurar la forma de acumular que hizo
posible la dominación de ciertos sectores hasta el estallido social de 2019.
Dejamos, desde
ya, establecido que nuestros análisis contemplan la actividad de las clases y/o
fracciones de clase dominantes y, bajo ningún respecto, la de las clases y/o
fracciones de clase dominadas. A esta última la dejaremos en la penumbra del ‘I
Ching’, en el plano de lo incierto, de lo que se sugiere pero jamás se dice, de
lo que se supone porque se ignora, de lo que se estima cierto y, no obstante es
incierto, según nos lo enseña Mathiesen en su obra ‘Det ofullgånga’.
LA SUPUESTA NEUTRALIDAD DE LOS GOBIERNOS
Si para toda
persona resulta extremadamente difícil resolver las tareas que le impone
enfrentarse a un suceso desconocido, con mayor razón le acontece a una
organización social como lo es el Estado, tratándose de una pandemia. Porque,
aun cuando tal suceso es un fenómeno de permanente ocurrencia en la historia de
la humanidad, no se hace presente con la periodicidad que más de alguien
pudiere suponer. Por ello, es natural que los gobiernos cometan errores de
diversa naturaleza en el tratamiento de tales fenómenos. Lo cual no los exime
de responsabilidad. Porque no fue sino voluntad de los mismos instalarse a la
cabeza de la nación. Más, aun, si sus campañas electorales no fueron más que la
venta de sus respectivas imágenes, como una mercancía más, ante una clientela
de votantes convencida de ser aquellos los mejor preparados para desempeñar esa
tarea, y enfrentar semejantes contingencias. En otras palabras: a ninguno de
ellos se les obligó, en modo alguno, a tomar la dirección del país para dar
oportuna solución a los problemas de sus habitantes.
Los gobiernos,
sin embargo, no son estructuras neutras de dirección social. Por el contrario,
son estructuras políticas; se instalan para representar intereses de
determinados sectores sociales y raras veces actúan guiados por sentimientos
humanitarios o de conmiseración hacia otros, sino obedecen a directrices cuyo
empleo no les resulte obstáculo para realizar, además, la defensa de los
intereses propios. Más, aún, en aquellas sociedades en las cuales la forma de
acumulación impuesta es extremadamente competitiva. Porque la consecuencia
inevitable de ello es el establecimiento de una cultura igualmente competitiva,
con individuos tremendamente individualistas, narcisistas, mercantilistas, dedicados
únicamente a resolver sus propios problemas y no los de los demás. Y,
repetimos, es que los gobiernos son estructuras políticas: obedecen a
determinados intereses de clase.
El gobierno de
Sebastián Piñera no ha estado ajeno a esos avatares. Por el contrario,
conformado en torno a la controvertida figura de un presidente cuyo rasgo
principal lo manifiestan —por decir lo menos— anómalos
comportamientos suyos, no ha sido mezquino en la comisión de actos censurables,
algo que no debiera sorprender. Porque solamente un iluso espera de semejante
conjunto la adopción de actitudes diferentes. El refrán aquel que dice ‘De tal
palo, tal astilla’ bien puede aplicarse en estos casos para aseverar sin temor
a cometer errores que gobernantes, como el referido, sólo pueden contar con
colaboradores armónicos a sus formas de ser. Un gobierno es un conjunto social
dentro del cual no puede existir disenso.
Esas
circunstancias nos permiten, desde ya, establecer los parámetros del análisis
del comportamiento del gobierno de Piñera ante la catástrofe del Covid 19: las
medidas adoptadas por esa administración han sido guiadas en gran medida por
intereses políticos y no por intereses humanitarios. Lo cual no significa sino
que la generalidad de sus actos obedece al deseo de obtener mejor provecho de la
gestión realizada y en la medida que La Moneda asuma crecientemente el control
de la situación del país, y no a una posible conmiseración en torno a las
penurias de la población abatida por la desgracia. Esta no es una afirmación
gratuita. Es más, el lunes 31 de marzo, la Cátedra de Derechos Humanos de la
Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile entregó
una declaración pública en la que, luego de señalar que
“[…] esta crisis ha desnudado
las graves carencias de nuestro sistema de salud pública, insuficiente para
garantizar de igual manera a todas las personas el derecho a la salud […]”
no vacilaba en afirmar lo siguiente:
“[…] es preocupante ver cómo
se va instalando en la población la sensación de que las decisiones de las
autoridades de Gobierno están motivadas, principalmente, por intereses
económicos y la protección de ciertos sectores privilegiados de la sociedad, y
no necesariamente por el mayor bienestar de la población”[7].
Alqo que, en forma humorística, señalaba el
periodista Daniel Matamala al recordar, en su página semanal de un diario
capitalino, aquella historia del dinosaurio que, observando la caída del
meteorito que pondría fin a la existencia de su especie, sólo estaba atento a
los avatares de la economía[8]. Actitud
que bien refleja la frase (explicada, más tarde) del presidente de la Cámara de
Comercio de Santiago, Carlos Soublette, pronunciada a mediados de abril:
“[…] no podemos matar toda la actividad
económica por salvar las vidas, porque después vamos a estar lamentando que la
gente se muera de hambre”[9].
Los actos de todo Gobierno son esencialmente políticos, por lo que no
deben llamar la atención las palabras proferidas, con absoluta naturalidad, por
Rafael Bergoeing, presidente de la Comisión Nacional de Productividad —Superintendente
de Bancos en el primer período presidencial de Sebastián Piñera—, en la
entrevista de Radio Duna en el curso de este mes de abril,
“[…] si ustedes ayer escuchan al (ministro de Hacienda Ignacio
Briones), mi lectura fue que la mitad de su discurso tuvo que ver con políticas
concretas, algunas de las cuales todavía no están totalmente diseñadas, lo que
demuestra que es difícil, y la otra mitad fue señales y discursos”[10].
Así, y solamente
de esa manera, es posible entender lo que ha sucedido en el país durante el
período dentro del cual se ha hecho presente la pandemia. Y lo que sucederá en
los meses venideros. Si es que no hay otra circunstancia que cambie el rumbo de
los acontecimientos.
LA PANDEMIA DEBE ASEGURAR, ANTE TODO, BUENOS NEGOCIOS
Por
consiguiente, nos encontramos con un Gobierno cuyo objetivo realizar en toda su
extensión los postulados de la forma de acumular heredada de la dictadura
pinochetista, validar las formas culturales y jurídico/políticas originadas a
partir de ese acontecimiento y, en consecuencia, no sólo permitir la
realización de todo tipo de negocios desde el Estado sino, además, alentarlos,
promoverlos y obtener, desde esa posición, las mejores ganancias para quienes
intervienen en esas operaciones. Es una época florida de negocios y
transacciones. Hecho que no ha podido pasar desapercibido para muchos
académicos que no han vacilado en denunciarlo.
“Hoy está ganando el sector que está enfatizando en lo económico”[11].
No es distinta a
una guerra o a un terremoto que junto con ser desgracias, para los sectores
dominantes constituyen oportunidades inmejorables para llenarse los bolsillos.
Las guerras dinamizan las economías con la ineludible ‘tarea de la
reconstrucción’; no lo hacen distinto los terremotos, los huracanes y las
inundaciones, entre otras calamidades. La pandemia se presenta como un regalo
del cielo, lo mejor que pudo suceder en lo político y en lo económico. Permite
invertir y revertir; luego, descansar. Parafraseando a don Andrés Bello, hasta
podría exclamarse:
“El día es para el mal y los afanes.
¡He aquí la noche plácida y serena!
El hombre, tras la cuita y la faena
Quiere descanso y oración y paz”.
Citamos, aquí,
para ilustrar el estado de la población, ante autoridades en las que nadie
confía, lo sucedido en la región austral de Chile durante la segunda semana de
marzo recién pasado.
A la Isla Grande
de Chiloé, se puede llegar solamente por mar. Por tal motivo, sus autoridades
locales solicitaron al Gobierno implantar una cuarentena total a fin de
proteger la salud de la población ante la amenaza del Covid 19. Como era de
suponerse, la autoridad se negó a hacerlo y dispuso, en cambio, la instalación
de una barrera sanitaria en la localidad de Punta Coronel a partir del 22 del
mismo mes.
Sin embargo, el mismo día en que debía comenzar a regir esa barrera,
por razones que se desconocen, ingresó por ese lugar un bus de recorrido
intercomunal con personas que llegaban a la isla —como se dijo, en su
oportunidad—‘con altas temperaturas’, signo inequívoco de la pandemia.
Según el alcalde
de Ancud, Carlos Gómez —quien interpusiera ante la Corte de Apelaciones de
Puerto Montt un recurso de protección que, por supuesto, le fue denegado—,
“[…] tras difundirse la noticia de que el control
sanitario no estaba cumpliendo con su cometido, los
propios vecinos salieron a cortar los accesos espontáneamente en
diversos puntos de Chiloé”[12].
Las protestas
estaban más que justificadas en la referida zona, pues tanto dirigentes
vecinales, sindicales y los propios alcaldes
de las diversas localidades estaban convencidos que el interés del
gobierno era más que nada proteger a las salmoneras y no la salud de la
población. O como lo expresaran ellos mismos, exigían que se dijera de una vez
"[…] si lo que realmente se está defendiendo
es la salud pública o está pesando otra vez más el factor económico"[13].
Porque, en el
caso de Chiloé, el propósito de proteger el interés económico de la zona y no
la salud de la población resultaba evidente para sus habitantes. Aunque se
afirmara lo contrario.
Lo ocurrido en
la isla grande de Chiloé no ha sucedido solamente en la región austral del
país. Hay testimonio de innumerables otras acciones orientadas a percibir
ganancias de actos cuya comisión causa dolor ajeno. Y no hay conmiseración por
ello. Ni siquiera un ápice de empatía. Así ha sucedido con el pago de las
cuentas de luz, agua, telefonía, INTERNET y gas, proyecto de ley que fue
aprobado por la Cámara de Diputados por 97 votos a favor, un voto en
contra y seis abstenciones, por lo que
pasó al Senado para su discusión. El ministro de Energía, Juan Carlos Jobet, ex
presidente del directorio de la AFP Capital, advirtió que presentará una
‘reserva de constitucionalidad’ en contra del proyecto pues
“[…] afecta la igual repartición
de las cargas públicas y el derecho de propiedad; segundo, porque resulta
inadmisible, a nuestro juicio, en
atención a que genera gasto para el Estado, y tercero, porque afecta el derecho
a desarrollar actividades económicas”[14].
Lo que, en buen
romance, significa que el proyecto se entregará al Tribunal Constitucional
donde, casi con seguridad, naufragará dado que, en la composición de ese
organismo, predominan las ideas del libre mercado.
No es el único
rubro de la Economía al que se le ha de extraer la máxima utilidad: la forma
mercantilista de operar del Gobierno se manifiesta en la forma de acometer la
solución en la generalidad de las áreas del diario quehacer. El caso del agua
es una muestra elocuente de esta falta de sensibilidad, de la existencia
inequívoca de una voluntad manifiesta en cuanto a anteponer el flujo de las
ganancias por sobre el respeto e integridad de la persona.
Es de
conocimiento de las autoridades que el mejor método para combatir la amenaza
del coronavirus es el lavado frecuente de manos con jabón (y, por supuesto, la
limpieza tanto corporal como ambiental), método en cuyo uso se insiste
reiteradamente a través de la TV y de los medios informativos y que para un
país pletórico de desigualdades, como lo es Chile, resulta poco menos que un
sarcasmo. Porque, … ¿podríamos confiar en autoridades que, a
sabiendas de la enorme necesidad de agua que tiene y va a demandar la salud de
la población nacional —especialmente en las zonas de sequía y en las
poblaciones de emergencia—, nada han hecho por resolver ese problema? ¿Podríamos confiar en personas que persisten
en la tarea de asegurar la propiedad del agua en manos de inversionistas
privados y mostrar, sin rubor, a la nación sudamericana como la única del
planeta donde el líquido elemento se encuentra entregado a empresas
particulares para su conveniente explotación y en donde el propio ministro de
Agricultura es uno de esos felices propietarios?
[1]
Acuña Asenjo, Manuel: “La estrategia de las clases y/o fracciones de clase
dominantes chilenas ante el Covid 19”, publicado en varios sitos de INTERNET,
marzo de 2020.
[2]
Leighton, Hernán: “Los baches del estilo presidencial en plena pandemia y el
ruido interno que genera su pulsión por el protagonismo”, ‘El Mostrador’, 17 de
abril de 2020.
[3]
Redacción: “El otro objetivo del Palacio: aparecer como el mejor país
combatiendo al Covid-19 en América Latina”, ‘El Mostrador’, 14 de abril de
2020.
[4]
Molina, Pilar: “La Moneda retoma el control”, ‘El Líbero’, 23 de marzo de 2020.
[5]
Molina, Pilar: Art. citado en (4).
[6]
Leighton, Hernán: “Claudio Fuentes y el manejo en La Moneda de la crisis
sanitaria: ‘Hoy está ganando el sector que está enfatizando lo económico’”, ‘El
Mostrador’, 23 de abril de 2020.
[7]
Labbé, Daniel: “’Hay sensación de que las decisiones de Gobierno son motivadas
por protección a privilegiados’: Cátedra de DDHH de U. de Chile”, ‘El
Ciudadano’, 31 de marzo de 2020.
[8]
Matamala, Daniel: “¡Mierda!... ¡La economía!”, ‘La Tercera’, 18 de abril de
2020.
[9]
Redacción: “La postura del presidente de la Cámara de Comercio de Santiago ante
la pandemia: ‘No podemos matar toda la actividad económica para salvar las
vidas’”, ‘El Desconcierto’, 16 de abril de 2020. Con negrita en el original.
[10]
Redacción: “Economista Rafael Bergoeing y las dudas sobre el segundo plan
económico del Gobierno: ‘La mitad son políticas, algunas no totalmente
diseñadas, y la otra mitad son señales’”, ‘El Mostrador’, 09 de abril de 2020.
[11]
Leighton, Hernán: Art. citado en (6).
[12]
Jara, Carlos: “Protestas en Chiloé desnudan crisis moral del gobierno: Acusan
apoyo a las salmoneras en desmedro de la salud pública”, ‘El Desconcierto’, 25
de marzo de 2020. Con negrita en el original.
[13]
Jara, Carlos: Art. citado en (12). Con negrita en el original.
[14] Redacción: “Ministro de Energía
tacha de ‘inadmisible’ proyecto de ley que prohíbe el corte de servicios
básicos en Estado de Catástrofe”, ‘El desconcierto’, 16 de abril de 2020.