viernes, 17 de abril de 2020

CARTA A ANA GONZALEZ DE RECABARREN ANTE EL FALLO DE LA CORTE DE APELACIONES DE SANTIAGO


Querida Ana:


Nos conocimos hace mucho tiempo, allá, por los años 78, en casa de Clotario Blest, donde, junto a Sola Sierra, Magdalena Navarrete, Doris Meniconi, Gala Torres, Victoria Zúñiga, Viviana Díaz (en esa época, muy joven aún) y muchos otros familiares de aquellos compañeros nuestros apresados y, luego, desaparecidos, habías organizado la Agrupación que había de representarlas a todas Uds. en los años venideros para librar una lucha que aún no termina. Eran años difíciles esos, Ana, ¿recuerdas? Intentar sobrevivir y, a la vez, reclamar por los derechos amagados, por intentar sobrevivir, por soñar aún con una sociedad mejor, por exigir la libertad de nuestros amigos y familiares presos, por soportar capturas y apremios ilegítimos… No, no era una tarea fácil vivir en esos años. Y, sin embargo, nunca decaímos; ni, menos aún, desfallecimos. Teníamos la certeza que, tarde o temprano, lograríamos nuestros objetivos, que la justicia se impondría una vez más e, incluso, que volveríamos a tener la vida que una vez tuvimos. Ilusos.




No tengo memoria de las veces en que volvimos a encontrarnos, más tarde, en actos culturales, peñas, manifestaciones, protestas, de la mano de las organizaciones sociales, y desafiando a la dictadura, a la misma que hoy rinden homenaje quienes gobiernan el país. Los años no pasan en vano, tal vez porque no son ellos quienes pasan sino somos nosotros, seres humanos que se agotan en el transcurrir. La última vez que nos vimosrecuerdo fue con motivo del fallecimiento de nuestro común buen amigo y compositor Richard Rojas, músico insuperable, hombre lleno de vida, autor de una de las más bellas canciones creadas para rendir homenaje a quienes una caterva de degenerados hizo desaparecer en medio de los más crueles tormentos. Me refiero al tema ‘¿Dónde están?’ Richard Rojas, de profesión maestro, había organizado junto a Ester González, su mujer (la ‘Esterciña’, como la llamaba), y el maestro Jorge Sepúlveda, primero, el ‘Trio Lonquimay’; luego, el ‘Trío Lonqui’; finalmente, el ‘Duo Lonqui’ (integrado solamente por él y su mujer). Desde esa instancia, tan de ellos, nos entregaban, periódicamente, obras de innegable valor cultural de las que recuerdo con gran cariño la ‘Resbalosa del pan’ y la canción ganadora del Festival de Olmué dedicada a la minga de Chiloé que cantara con dedicación y arte nuestra otra gran amiga Rebeca Godoy. Pero, ya en esos años, cuando nos saludamos al vernos, al retorno del sepelio, en una de las avenidas del Cementerio General, ya no me recordabas. Era demasiado el tiempo transcurrido. Y la distancia no tiene conmiseración, asfixia con su abrazo intolerable. Luego, vino la separación definitiva, el tiempo de la despedida, ‘la hora de decir adios’.
Trío-Lonqui
TRÍO LONQUIMAY. Rubén Cortez, Ester González y Richard Rojas

Tras años de peregrinar, en vano, buscando a los tuyos, tras años de esperar el retorno imposible de Manuel Segundo Recabarren Rojas (tu marido), de Manuel Guillermo Recabarren González (hijo tuyo), de Luis Emilio Recabarren González (también tu hijo) y de Nalvia Rosa Mena Alvarado (tu nuera), vino lo inevitable: tu desaparición, tu despedida, allá, en la casa tuya, en la zona Sur, en esa casa donde viviste los años más felices y más desgraciados de tu vida, la misma donde el vecindario, personas como yo, y muchos artistas y personajes llegamos a rendirte un último homenaje.

Te preguntarás por qué te escribo, Ana, en estos momentos. Y tienes razón en hacerlo. No te sorprendas, por favor, si te digo que lo hago para pedirte disculpas. Porque, luego de conocer la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, que rebajó la pena aplicada a esa caterva de desalmados que asesinaron a casi la totalidad de tu familia, pienso que te he fallado. A pesar que nada tengo que ver con ese hecho, pienso que te he fallado. Y es que mis actos, mis desplazamientos, mis pequeñas obras, mis análisis, mis debates y conversaciones, intentando convencer a una sociedad sorda sobre infinidad de hechos y circunstancias, de nada han servido todos estos años. Pienso que también les he fallado a los familiares de las agrupaciones de derechos humanos (presos políticos, detenidos ejecutados, detenidos desaparecidos, exiliados) porque no he hecho lo suficiente por ellos. Y quiero pedir disculpas. Pedírtelas a ti, en primer lugar, Ana; luego, a todos los demás. Y es que no he podido cumplir conmigo mismo, con los objetivos que me impuse; menos, aun, cumplir con los demás.

Estudie, una vez, las leyes de la Física para convencerme que la realización de un acto es directamente proporcional al grado de fuerza (poder) con que se cuenta. Eso me ha permitido encontrar una explicación a mis yerros. No he contado con la fuerza que se requiere para llevar a cabo las transformaciones que pudieron servir para ese cometido; he sido incapaz de agrupar voluntades para llevar adelante esos propósitos. Quise hacer muchas cosas, pero no tuve la fortaleza de llevarlas a cabo. Y es que menosprecié el poder de las clases que dominan porque no conocía su naturaleza. Casi al fin de mi vida he podido encontrar una explicación probable de ello. Por eso te escribo. Para pedirte disculpas por no haber cumplido lo que me propuse alguna vez. Porque, aunque tú jamás lo hubieses sabido, me propuse conseguir justicia para ti y para los tuyos. Pero ignoraba que la ‘justicia’ era una entelequia’ y que ya Aristóteles, Ulpiano, Augustinus, Thomae Aqvinatis, nos habían advertido que ‘justicia’ es, solamente, ‘dar a cada cual lo que le corresponda’ y que al pobre y al esclavo sólo le corresponden latigazos y miseria. Eso es justicia. Fallé, en consecuencia. Y me avergüenzo de ello. Por eso te pido disculpas. Porque tu marido, tus hijos y nuera, han sido, una vez más, burlados. Y yo no he sido capaz de evitarlo. Te he fallado tanto a ti y a tu familia como lo he hecho con los demás.

La Corte de Apelaciones de Santiago, que integran severos doctores de la ley poco proclives a la lectura de los expedientes que se les entregan, dio a conocer la semana pasada, una resolución que reduce la pena aplicada por sentencias anteriores y absuelve (en otros casos) a quienes quitaron la vida a tus seres queridos haciendo superfluos sus execrables actos. No nos sorprendamos, querida Ana. Porque los tribunales, desde el momento mismo en que se produjo el golpe de Estado en 1973, se alinearon servilmente con los dominadores. Fue su presidente, Enrique Urrutia Manzano, quien terció, sobre el pecho de Pinochet, la banda tricolor que lo ungía como gobernante supremo de la nación. Sí, mi buena Ana, los tribunales, los mismos a las rejas de cuyo inmueble de calle Bandera te encadenaste junto a muchas otras, acompañadas de Clotario Blest. Esos mismos tribunales cuyo presidente (Israel Bórquez) decía estar ‘curco’ de tanto recibir recursos de amparo presentados por la Agrupación que fundaste. Esos mismos tribunales, siempre generosos con la sangre ajena y tremendamente avaros con la propia. Los mismos que se han negado a rebajar sus sueldos luego del estallido social de 18 de octubre pasado y aceptan, sin embargo, que otros lo hagan. Los mismos que crucificaron (como funesto presagio de la Semana Santa) a Daniel Urrutia, uno de los pocos jueces que, compadecido por la suerte que espera a los presos políticos en las tenebrosas cárceles de la ‘democracia’—, frente a la pandemia que asola a nuestro país, se atrevió a desafiar la omnipotencia de la justicia chilena decretando la libertad de todos ellos. Sí, querida Ana: la misma Corte, los mismos jueces, los mismos que mantienen vínculos estrechos con las clases dominantes y, por ende, con quienes gobiernan el país y que, ante la prensa extranjera, no escatiman alabanzas a la tan cacareada ‘independencia’ del Poder Judicial chileno. La misma Corte que hoy revoca la sentencia de otra jueza para volver a encarcelar a los generosos jóvenes de la Primera Línea. Esos mismos tribunales que obligaron, en plena democracia, a arrancar del país a la periodista Alejandra Matus luego de la publicación del libro ‘El libro negro de la Justicia chilena’, documento magistral, que puso al desnudo la esencia del Poder Judicial. Porque esa es la verdadera naturaleza de quienes han dirigido nuestra débil democracia desde su advenimiento en 1990. Por lo mismo, ¿podrías suponer un comportamiento diferente, en una persona tan poco decente como lo es el ex presidente Lagos, generoso, también, con la sangre ajena y tremendamente tacaño con la propia?

He querido enviarte esta carta, Ana, a fin de justificarme por ser débil, tremendamente débil y vulnerable. Por ser la antítesis del superhombre o del héroe que presentan las historietas y las películas de ciencia ficción; por ser uno más de los innumerables seres anónimos que recorren el país mascullando, en su soledad, improperios contra quienes gobiernan muchos de los cuales son ignorantes, débiles mentales o sujetos abiertamente perversos y ejecutan a cada instante, a cada momento, actos orientados únicamente a mantener doblada la cerviz de nuestras clases oprimidas, mientras ellos se apoderan de los escasos bienes nacionales que van quedando.

Termino, querida Ana, confesándote, además, que me siento avergonzado de la institucionalidad que existe en la nación que habitamos, tan ajena y distante de nosotros, de la nación que nos arrebataron, de sus capataces y mayordomos, de todo el aparataje institucional que se nos ha impuesto como herencia de un pasado que nos agobia. Me dan vergüenza los Tribunales del país, me da vergüenza su Parlamento, la Presidencia en manos de un demente con colaboradores que en poco difieren de él. Me consuela, sin embargo, decirte que no te he traicionado ni he traicionado a quienes cayeron en la lucha, como tus familiares, por construir una sociedad mejor. Siempre he estado en contra de esa institucionalidad; siempre la he querido cambiar. Pero no solo, ni con los partidos políticos actuales sino de la mano de una comunidad organizada, capaz de llevar adelante las transformaciones esenciales que el país necesita. Por eso, también, jamás fui parte de los gobiernos post dictatoriales cuya única labor fue desactivar el funcionamiento de todos los movimientos sociales que existían al comienzo del retorno de la democracia.



Y, por lo mismo, hoy, a pesar de todo, tengo confianza en el futuro de Chile; pero tengo, también, temor de lo mismo pues las tareas que esperan a la comunidad nacional al término de la pandemia son colosales. Los ricos querrán mantener sus privilegios, al igual que todo el estamento dominante: militares, marinos, policía, jueces, empresarios, agiotistas, banqueros, especuladores. Una dura prueba espera al pueblo de Chile luego de esta pandemia. Porque fácil resulta entender que, en estos momentos, nada más se puede hacer: Cuando una tragedia, como la del Covid 19, asola a una nación, el primer deber de los movimientos sociales que se han alzado para reclamar por sus derechos es sobrevivir y lograr que todos sus integrantes también lo hagan. Hay, en consecuencia, tiempo para pensar, tiempo para meditar sobre un futuro mejor; y, cuando ese tiempo existe, lo hay, también, para preparar lo que esa tarea demanda. Por lo que puede suponerse que no todo está perdido. Como tan brillante lo expresa ese refrán chileno: mientras hay vida, hay esperanza. Y, te lo aseguro, somos muchos los que no hemos perdido aún esa esperanza.

Un abrazo enorme, allá, en la eternidad.

Manuel

Santiago, 13 de abril de 2020


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LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS DE LA PROTESTA:



martes, 14 de abril de 2020

Tranqui… la Revuelta continúa (adentro)



Tranqui… la Revuelta continúa (adentro)
Cristián Opaso

Asumo que -como a mí- a vos la Revuelta te revolvió la vida, o, mejor dicho, te la trajo de vuelta, renovando las esperanzas de cambio en un país que experimentábamos, hasta antes del 18 de octubre, como irremediablemente alienado, sumiso y deprimido. Asumo también, que quedaste pa’ dentro cuando todos comprendimos que teníamos que quedarnos en la casa y que aquellos/as que por meses llamábamos a salir a la calle, hacíamos ahora los llamados en sentido contrario.
Pero ¿y si la Revuelta continuase todavía, más viva que nunca?
¿No podría ser que estuviese ahora adentro de cada uno de nosotros/as y que continuase en la entrañas más íntimas de cada barrio –cuico o “vulnerable”- enfrentándonos todos/as ahora desde allí a la violencia y la injusticia?
¿No pudiese-piensa bien usted, un escenario en que cada uno/a pudiese cada día evaluar, calibrar, fraguar las nuevas movilizaciones y que éstas pudiesen más fuertes y enfocadas que nunca?
Me trae a memoria esto que digo a una de las mejores frases que leí en las miles de páginas de sabiduría popular que por meses los/las resistentes escribieron en las calles de Santiago: “Resistir para un Buen Vivir: La Dignidad se Cuece a Fuego Lento”.
Porque es muy cierto: obligados, hemos tenido que ir a parar la olla en los espacios internos y a re-aprender a vivir, no sé si Tan bien, pero mejor, poco a poco, Mejor.
No es para nada fácil, porque así como salir a las calles tenía sus peligros no menores y la represión criminal gaseaba, golpeaba y mutilaba a diestra y siniestra, por estos días en nuestras conciencias afloran y atacan violentamente -aunque no necesariamente vestidos de verde- los temores ante las deprimentes interrogantes, ¿es que la revuelta ya cesó? ¿Nunca se retomarán las multitudinarias marchas? ¿Todos los muertos y mutilados se olvidarán? ¿Todo habrá sido en vano?
Es verdad también que por estos días nos puede agarrar el zorrillo o el guanaco que ataca con sus venenosas incertidumbres. ¿Y cuándo se me acabará la poca plata que tengo? ¿y qué haré después? y si me enfermo -yo o mis hijos/as-, ¿cómo soportaré la enfermedad y el dolor, no habiendo atención adecuada en los consultorios y hospitales ya semi-colapsados?
Pero creo sinceramente que, ¡podemos resistir! Como en su momento los/as de la primera línea, ¡tenemos que resistir! en éstas, nuestra nuevas trincheras. Que tienen que ver con las batallas, personales si se quiere, pero ¡de enormes consecuencia políticas!
Son pocas, pero importantes las cosas que he aprendido en estos no pocos días de encierro.
De mi depende, en parte importante, cómo me siento y cómo respondo a esta maldita/bendita pandemia.
Esto es sencillo, pero ciertamente no fácil de hacer. O sea, podemos elegir que nos tiren bombas lacrimógenas todo el día por la TV tradicional y los WhatsApp alarmistas, o podemos enfrentar el tiempo o la soledad leyendo un libro, cuidando una planta, culminando por fin aquella tarea tan postergada.


Muchos/as lo han dicho, entre ellos presos célebres, como Rosa Luxemburgo y otros/as: no puedo elegir las circunstancias, pero puedo elegir como respondo a ellas, en el caso de Rosa y otros, resistiendo al encierro y la locura.
No me pidan recetas mágicas. Mírense alguna vez -de verdad- el ombligo, respiren calmos y mediten sobre esto.
Tengo que preocuparme más de mi cuerpo, y está a mi alcance el hacerlo.
Esto a pesar de que se me estén acabando los remedios tradicionales y no pueda salir a andar en bicicleta. De hecho, estos días he conocido mejor mi cuerpo y el valor de sencillos hábitos olvidados. Les cito sólo uno: que me sirve, de hecho ¡necesito! tomar agua (y no tanto café).
Aquellos/as más cercanos/as, son al final, lo único que tengo.
Este es una de las lecciones más sencillas ¿o complicadas? O sea, tengo a la familia y los amigos/as que tengo. Ya a estas alturas, son los/as que he elegido para mutuamente acompañarnos.
Es simple: o me quedo pegado en mis vacilaciones, críticas o ansiedades de siempre, o recreo relaciones, suelto preocupaciones, me reconcilio con los viejos amigos/as. Ah, que no se olvide: los cercanos pueden estar a miles de kilómetros de distancia, como lo hemos podido comprobar muchos/as.
Los vecinos/as, aunque no ideales, son los únicos con que puedo contar.
Me encantaría vivir en territorio liberado, o por lo menos en un barrio con centros culturales, ollas comunes, vecinos que ponen una banderita roja cuando necesitan ayuda. Pero acá estoy encerrado en un barrio cuico (tradicional), bastante desalmado adonde, a lo más, aplauden tímidamente a las 9 pm (como los europeos, claro). Pero no estoy sólo. Habemos varias docenas que virtualmente intentamos compartir información útil, además de recordarnos que queremos cambiar Chile (el grupo ahora virtual nació para aprobar el cambio constitucional).
En fin, resistimos como podemos en lo que a veces se siente como territorio enemigo. Y está la vecina claro, que se entusiasma con apoyar a los viejos/as del edificio. O el vecino generoso que me deja revistas en mi puerta. Ellos/as son parte esencial de los vínculos que he de reforzar para las batallas, grandes y pequeñas que vendrán.
Sí, es verdad que soy un privilegiado: todavía me queda un poco de comida y me sale agua de la llave. No tengo que salir a trabajar (no porque no quiera por si acaso), y alguien cercano tiene trabajo y un modesto ingreso asegurado (¿por cuánto tiempo?). Todos los privilegios que ustedes me quieran nombrar. Pero ¡no se engañen!
El tema es que a todos/as, en todas las latitudes, en alguna parte nos aprieta el zapato (y el corazón), pero estamos aprendiendo que podemos sacarnos los zapatos y ¡caminar o correr descalzos!
¡Y eso también es Resistencia! Por eso podrá seguir la Revuelta.
Podemos Resistir, podremos seguir Revolviéndola, ¡más y mejor que nunca!

#Revuelta Popular, #Reflexión, #Análisis, #Coyuntura, #Coronavirus, #Virus, #Covid-19

#Resistencia

#Chiledespertó
#CODEHS

miércoles, 1 de abril de 2020

Codehs apoya a Dirigentes del SML desvinculados por ejercer su rol sindical

Este lunes, poco más de una decena de trabajadores del Servicio Médico Legal (SML) volvió del fin de semana largo para encontrarse con el resultado de un sumario administrativo ordenado en enero, durante las movilizaciones que los funcionarios realizaron en Santiago. ¿El resultado? Sanciones económicas para alguno, suspensiones para otros y la destitución de su cargo para tres dirigentes. 
Entre los sancionados están Rosa Cerda, de la asociación nacional de trabajadoras y trabajadores de SML; Lucía Carrasco, de la asociación regional metropolitana y José Morales, de la asociación nacional de funcionarios. 
El sumario en cuestión fue encargado por el director del SML y la Subsecretaría del Ministerio del Interior el 17 de enero de 2018, en medio de las movilizaciones que los trabajadores realizaron durante ese mes para pedir, entre otros puntos, la desvinculación de Franklin Santibáñez, por entonces jefe de gabinete del actual director del servicio, Gabriel Zamora. 
Los resultados del sumario entregados este lunes –al que The Clinic tuvo acceso- concluían que los dirigentes habían incurrido en la “omisión de realizar sus funciones habituales” durante la movilización, transgrediendo así los principios de “desempeñar personalmente el cargo” y “realizar sus labores con esmero, cortesía, dedicación y eficiencia”. 
Además, el documento condenó la acción de “organizar o pertenecer a sindicatos en el ámbito de la administración del Estado” –los tres dirigentes pertenecen a organizaciones gremiales, es decir, no a “sindicatos”- y el “promover o participar en huelgas”
Los demás funcionarios, en tanto, fueron sancionados con la disminución de su sueldo en distintos porcentajes durante dos meses. Los documentos llevan la firma del director Zamora.  

“Es una persecución”
Para parte de los trabajadores del SML de Santiago, las medidas adoptadas este lunes corresponden a una “persecución”. — Si en las asambleas participaron 250 funcionarios auto convocados, entonces, ¿por qué se escogió a ciertas personas para sancionar? —, se pregunta una trabajadora del servicio, presente en las movilizaciones de enero. Para ella, esta situación correspondería a una “práctica antisindical”. “La movilización es un derecho que todos los trabajadores tienen. Y el tiempo nos dio la razón, porque con los meses sí destituyeron a Franklin Santibáñez”, dice.
Franklin Santibáñez, quien llegó al servicio bajo la dirección de Juan de Dios Reyes en 2017, estuvo encargado de llevar adelante un “proceso de modernización” al interior del SML, el cual dejó inconformes a los funcionarios. “¡Tenía asignación profesional, pero sólo tiene un bachiller en teología de una universidad gringa!”, se queja otra de las trabajadoras actuales del SML. 
En efecto, Santibáñez ha contado con varios puestos de “asesor” a lo largo de su vida, y su domicilio político ha pululado por casi todos los partidos de la exConcertación. Incluso, recientemente se transformó en una pieza clave que vincularía a Javiera Blanco en las investigaciones que Fiscalía dirige sobre el funcionamiento del Sename, particularmente en la arista Ascar. Parte de los trabajadores sancionados, consultados para este artículo, declararon a The Clinic que durante enero el SML “nunca estuvo cerrado”, como lo aseguró el director del servicio. — No todos los funcionarios participaron de la movilización y, antes de realizarla, nos preocupamos de despachar todos los cuerpos que habían ingresado. Es falso que nos hayamos negado a atender público—, asegura una de las dirigentes sancionadas. 
Ahora, queda una instancia de apelación para los dirigentes sancionados. Aun así, los ánimos al interior del SML están crispados. “Nunca, en la historia de este servicio se habían aplicado estas sanciones”, concluye otra de las trabajadoras. 


La presente nota del diario The Clinic, que relata con veracidad, precisión y sensibilidad lo acaecido en este servicio público, perteneciente al Ministerio de Justicia, dirigido por el momio recalcitrante: Hernán Larraín Fernández, perteneciente a la vetusta pero pegajosa oligarquía chilena. No obstante, en esta oportunidad, el causante directo de la atroz práctica antisindical, refrendada con la toma de razón de la Contraloría General de la República, es un operador político transversal llamado Franklin Santibañez, que ha pululado en diversos cargos públicos en una infinidad de instituciones, sin guardar ningún escrúpulo o lealtad real, ya que su vida funcionaria ha transcurrido tanto en gobiernos de derecha oligárquica como en gobiernos de concertación, siendo ésta su cuna inicial.



Más allá, de los personajes y nombres propios involucrados en este triste capítulo del sindicalismo chileno, es menester destacar la grosera vulneración de los trabajadores y sus dirigentes a realizar acciones de fuerza, toda vez que las negociaciones se ven agotadas con sus respectivas autoridades. Nuestra actual constitución (que tiene fecha de vencimiento), limita la actividad sindical de los funcionarios públicos, cercenando dos de los derechos fundamentales asociados a los derechos humanos de segunda generación, y en especifico relacionado con el trabajo: la negociación colectiva y la huelga, ésta última es ampliamente repudiada por leyes de menor jerarquía como la ley de bases general de la administración del Estado y el nefasto estatuto administrativo, incluso es más, la ley de seguridad interior del Estado, faculta a las autoridades de turno, a perseguir incluso penalmente cualquier actividad que consideren impropia para un trabajador público o dirigente sindical.



Este verdadero "jaque" que se ha endosado al movimiento de trabajadores, es de tal magnitud que podría dejar totalmente inmovilizados a los funcionarios públicos, ya que cerca del 70% de la dotación de la Administración Central del Estado se encuentra en calidad a "contrata", es decir, cuyos contratos de trabajo (nombramientos) tienen una duración de 12 meses y que pueden ser interrumpidos por el sólo "ministerio de la ley", si a esto sumamos, que todo dirigente gremial queda a merced del criterio de sus autoridades para ser condenados con la desvinculación por "por promover o participar en huelgas", prácticamente estaríamos frente al capítulo final del sindicalismo del sector público, siempre glorioso y con una tasa promedio de sindicalización cercana al 70%.



De todos los dirigentes del sector público, depende que que este "jaque" no se transforme en un "jaque mate" para el movimiento de trabajadores, y muy por el contrario, apenas salgamos de la presente "peste" que nos aplasta, seamos los trabajadores, los que pongamos jaque mate al gobierno de la derecha oligárquica de Sebastián Piñera E.





El Estado de Chile vulnera los tratados internacionales 87 y 98 de la OIT, firmados y ratificados por Chile, que por su origen en el sistema internacional de las Naciones Unidas tienen valor de ley en este país.

La Anef, fundada por Clotario Blest Riffo en 1943 y el Comité de Defensa de DDHH y Sindicales, condenan y llaman a la rebelión civil frente a esta grosera vulneración de derechos sindicales, única forma en que los trabajadores pueden equilibrar la relación de poder entre patrón (autoridad) y trabajador.




Felipe Tamayo F.

Pdte. Asociación Nacional de Profesionales y Técnicos Universitarios de Fonasa


Secretario General de Codehs - Clotario Blest Riffo


#CODEHS
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#Rebelión_Popular